53 AÑOS DEL 23 DE ENERO
Enrique Prieto Silva
Sábado 22 de enero de 2011
Es
fácil decirlo y recordarlo ¡53 años del 23 de Enero! pero no es fácil
engullir la tristeza del recuerdo de este karma que nos atosiga,
producto de la desviada estupidez de la joven generación militar que se
enraizó en una gran mayoría de los venezolanos, cuando en 1992
equivocadamente creyeron identificar el sentimiento nacional, que
buscaba salidas para recomponer el ideal surgido el 23 de enero de 1958.
Lamentablemente, el error surgió cuando el vaho del "por ahora"
militarista se erizó con calificativos de "proceso", "proyecto" y al
final de "revolución bonita", como proyección cubana, hasta encumbrarse
como "Socialismo del Siglo XXI" que lo único novedoso que tiene es el
siglo.
Los
"revolucionarios" siguen olvidando, que el militar ha sido y debe ser
ajeno al ejercicio de la política gubernamental, por cuanto su juramento
y servicio están signados como ficción de la Patria, que debe llenarlo
del estigma más alto para cumplir un deber de defensa, que jura por
voluntad propia con el riesgo de su vida si fuere necesario. Es esta
ficción la que lo forma como guerrero simbólico amparado por la ley.
Más, cuando confunde en la práctica precepto constitucional con orden
superior jerárquica, o se transforma en un mercenario pretoriano al
mando de la esquizofrenia.
Fue
el trance de veteranos adulones, amparados en la honestidad inocente de
jóvenes e ignorantes militares, quienes sorprendidos y engañados, sin
purgar sus penas por la traición a su juramento, asumieron como veletas
un poder etéreo y omnímodo al mando del teniente coronel Hugo Chávez,
quien con la oferta de retomar el hilo constitucional aparentemente
perdido, engañosamente constituyó con sus mecenas el gobierno que hoy
tenemos, sin lógica, sin sindéresis y sin criterio, amasando todos los
poderes bajo su mando único con la amenaza del "poder" militar; lo que
sublímenle llama "poder popular" en el "Socialismo del Siglo XXI", que
no es más que el engaño a la humildad del venezolano.
Cincuenta
y tres años han pasado del inicio del sistema democrático que hoy
recordamos y añoramos. Habían transcurrido tan solo siete años y 22 días
de la segunda mitad del Siglo XX, cuando la fibra del venezolano
entumecida por la borrasca que quedó después del despliegue militarista
gobernante insuflado por Páez, y que se posicionó con ínfulas
dictatoriales durante casi un siglo, logró vencer el ensayo
militar-nacionalista de Pérez Jiménez, para iniciar un experimento
democrático, triste y lamentablemente enturbiado por el desfasado
pensamiento de Fidel Castro, quien al final creó y cosechó en nuestro
país otra endeble base política fracasada después de 75 años del
experimento en la UURRSS. No bastaba la terquedad y el desatino de
quienes cíclicamente han pensado que el mundo puede ser, a pesar de sus
fracasos, la utopía de Moro o el camino de Marx y siguen insistiendo en
alimentarla y aderezarla con incultos caudillismos criollos y latinos.
El 23
de enero de 1958, es el recuerdo de una vivencia perdurable. El día que
marcó en nosotros la ruta de un camino hacia la esperanza y hacia el
deseo de vivir del orgullo existencial. Pero es triste también tener que
enfrentar a muchos viejos quijotes del comunismo otoñal, quienes siguen
creyendo que pueden abortar el tiempo para hacer florecer nuevas
esperanzas a pesar de los fracasos.
Hoy
queremos repetir que el día siempre llega, sin premura y sin atropellos.
El transcurrir del tiempo siempre será igual, vendrá la mañana después
del amanecer, luego vendrá la tarde y al final entrará la noche con su
natural oscuridad, algunas veces impregnada de luz con las estrellas y
la luna, pero con el giro terráqueo, volverá otra vez un nuevo amanecer.
¿Con luz, con vida? Amanecerá y veremos. Solo la desesperanza creará el
trauma que nos impedirá ver el nuevo amanecer.
Pareciera
que la historia se repite, aunque sabemos que nunca un momento será
igual a otro. En la noche del 22 con su amanecer del 23, surgió lo
esperado. El síndrome del desencanto había triunfado y la juventud
militar de entonces respondió al anhelo del pueblo contra la dictadura,
sin golpe de Estado. Solo el trauma del cambio resurgió como panorama y
como siempre, los grandes jerarcas "vividores" abandonaron sus "corotos"
buscando la liberación de sus pecados.
Teníamos
que decidir, entre quedarnos estáticos para mantener la visión de "El
Nuevo Ideal Nacional", o dar un paso al frente para apoyar y dar cabida
al ideario de los políticos que, luego del "golpe" de 1945, habían sido
depuestos en 1948, por uno de los líderes militares que los acompañaron
en la aventura, convertido por la voluntad de sus seguidores, en el Jefe
del Estado. Bien pudiéramos hoy decir, que el "Nuevo Ideal Nacional"
era un nacionalismo autóctono, mientras que el llamado "Socialismo del
Siglo XXI" es una simple parodia de los fracasados regímenes especiales
de Fidel Castro enquistados en el siglo xix.
Es
cierto que la historia no puede cambiarse, pero es de necios creer que
con las evidencias de la mediática comunicacional se puedan reformular
hechos y visiones. Los hechos pueden reformularse, igual que las ideas,
no así las visiones que se creen o se obvian, pero el fondo queda si son
patentizadas. Hoy como ayer, es de estúpidos admitirlas cuando crean
rechazo. Es lo que está ocurriendo con esta "revolución", desgajada de
pensamiento y obra. Solo mentes obtusas pueden defenderla.
Rememorar
el 23 de Enero no es querer regresar al pasado, ya que nadie quiere
vivir lo vivido y mucho menos revivirlo. Si deseamos, retomar el
espíritu de lucha que entonces tuvimos por la democracia, hoy más
deseada que nunca.
La marcha del 23 de enero sirve para medir la fuerza que hoy persigue: "Mantener la Democracia". Sirve para recordar que el
23 de enero de 1958, el pueblo de Venezuela y la Fuerza Armada
Nacional, se unieron para derrocar la última dictadura militar del siglo
XX que sufrió el país. Hoy 53 años después, quiere rechazar el intento
de consolidar un sistema totalitario y atrasado, reiterando su
inquebrantable decisión de vivir para siempre en paz y libertad.
Se
quiere recordar, que los errores cometidos por la Oposición en estos 12
años, han comenzado a rectificarse con la negativa a la reforma
constitucional el 2D; la mayoría que encumbró 67 diputados a la Asamblea
Nacional el 26S, y la lucha en la calle para reclamar los derechos que
quieren conculcarse, y para protestar por las violaciones
constitucionales del presidente y de sus súbditos de los otros poderes
del Estado. Pero lo más importante es que el pueblo se vea con el poder
colectivo y se mire cara a cara con los compatriotas que lo apoyan y
siguen en la lucha que es de todos.
Es
lastimoso tener que tolerar la conchupancia en la violación
constitucional del TSJ; la desvergonzada actitud de muchos jueces del
"proceso" y los discursos fútiles de los venales diputados y
gobernantes; aunque mayor es la ridiculez del jefe del Estado. "Para
atrás ni para coger impulso, pero rectificar es de sabios" enrique@prietosilva.com