LA TERCERA COPA
(La copa de la bendición)
Vinicio Guerrero Méndez
Toda vez que hagáis esto, será en memoria mía. Cuando me recordéis, pensad primero en mi vida en la carne, recordad que estuve cierta vez con vosotros… (Jesús de Nazaret)
La última cena, esta poderosa ocasión ocurrió en un aposento superior en la casa de un amigo. No hubo nada de formalismo sagrado ni de consagración ceremonial
Después de beber la primera copa de la Pascua, era costumbre judía que el anfitrión se levantara de la mesa y se lavara las manos. Más adelante en el curso de la comida y después de la segunda copa, todos los huéspedes del mismo modo se levantaban y se lavaban las manos. Cuando le llevaron a Jesús la tercera copa de vino, que lleva por nombre la «copa de la bendición», se levantó del diván y, tomando la copa en sus manos, la bendijo, diciendo: «Tomad todos vosotros esta copa, y bebed de ella. Ésta será la copa de mi conmemoración. Ésta es la copa de la bendición de una nueva dispensación de gracia y verdad. Ésta será para vosotros el emblema del don y el ministerio del Espíritu divino de la Verdad. Yo no beberé otra vez de esta copa con vosotros hasta que la beba en forma nueva con vosotros en el reino eterno del Padre».
“Cuando hagáis estas cosas, recordad la vida que he vivido en la tierra entre vosotros y regocijaos de que he de seguir viviendo en la tierra con vosotros y sirviendo a través de vosotros. Como individuos, no discutáis entre vosotros quién será el más grande. Sed todos vosotros como hermanos. Cuando el reino crezca hasta comprender grandes grupos de creyentes, tratad del mismo modo de no buscar la grandeza ni la preferencia entre estos grupos”.
“Toda vez que hagáis esto, será en memoria mía. Cuando me recordéis, pensad primero en mi vida en la carne, recordad que estuve cierta vez con vosotros y luego, por la fe, discernid que todos vosotros vendréis alguna vez a cenar conmigo en el reino eterno del Padre”.
Jesús hubo así establecido la cena de conmemoración. Todos los apóstoles, mientras bebían de esta copa de bendición en profunda reverencia y silencio perfecto sentían que estaba pasando algo fuera de lo ordinario.
La oración! No la dejes nunca por nada. Ella da brillo a tus ojos, ardor a tu corazón, fuerza a tu voluntad. Persevera todos los días, sin desistir y Dios te escuchará.
Afectuosamente,
Imperfecto.
VINICIO GUERRERO MENDEZ