PORTACHUELO/René Núñez |
22 de septiembre 2011 |
Sin economía productiva
no hay felicidad social…
Nada más estúpido hacer creer que con pensamientos ideológicos cerrados se logra alcanzar la felicidad social de los pueblos. Quienes lo intentaron y lo siguen haciendo por soberbia e interés autoritario, tuvieron los mismos resultados: incremento de las desigualdades sociales, de la miseria y de la pobreza. Sin libertades. Sin progreso y desarrollo.
El atraso social obedece a la testarudez y conveniencia ideológica de instaurar una economía centralizada y cerrada bajo las égidas de un autoritario creído y poseído de tener toda la sabiduría para manejar y administrar el Estado con un pensamiento único evitando a toda costa la iniciativa creadora privada e impidiendo las libertades humanas.
Los países comunistas fracasaron por la exclusión económica y social, donde el Estado asumió la responsabilidad absoluta de planificación y control de las actividades productivas y comerciales, incluyendo el control pleno de los derechos humanos y políticos del ciudadano; para ello se valieron de una asfixiante propaganda pública para hacer de los pueblos unos parásitos económicos del Estado sin derecho alguno a la crítica o a la disidencia. Con el dominio represivo se creyeron suficiente para lograr el objetivo fundamental: la dictadura no del proletariado sino de la élite gobernante revolucionaria.
Por la improductividad, la división, la segregación y la exclusión social se derrumbó en 1989 el muro de Berlín, y en 1992 la disolución de la otrora Unión Soviética.
China, para prevenir un colapso similar en su sistema comunista, y después de muchos años aislados del mundo en lo comercial y lo económico, creído de una utópica capacidad de autosuficiencia, entendió posteriormente sin complejos ni prejuicios ideológicos que sin una economía productiva libre no iba a mantener satisfecho a los mil cuatrocientos millones de chinos, ávidos de comida y de progreso, a fuerza de pura esperanza ideológica.
Desde entonces, los asiáticos comunistas han estado abriéndose a las oportunidades de negocios y de capitales internacionales quienes, sin duda, por lo atractivo y rentable, se han hecho sentir por toda China.
Como resultado de los altos ingresos generados por la economía en los últimos 20 años el gobierno asiático ha logrado sacar de la pobreza crítica a más de 200 millones de chinos; además de las bondades del progreso alcanzado en sus principales capitales. Hoy en día, como todo un país capitalista anda ofreciendo por los 5 continentes créditos y financiamiento de proyectos. Su meta es seguir creciendo en inversiones de capitales, hasta tal punto que la semana pasada ofreció a los Estados Unidos y a la Unión Europea ayudarlos a salir de la crisis financiera que atraviesan con la condición de que le aceptan su economía de mercado plena.
Entretanto, Corea del Norte y Cuba, los dos especímenes radicales que siguen bajo el anacrónico sistema económico comunista, siguen mostrando un rezago social y de progreso a la vista del mundo; lo peor, y es que aquí en nuestro país se está ante un régimen incipiente comunista pero muy bien dirigido desde Cuba para que hagamos de la economía lo mismo que hicieron los rusos, los alemanes, los chinos, una economía cerrada donde el jefe supremo de la revolución sea el responsable de su funcionamiento. En esa dirección, se sigue moviendo la revolución bonita de este gobierno, donde los enemigos a quienes se les declara la guerra mediática y represiva son los productores exitosos de bienes y servicios venezolanos, muchos de ellos expropiadas ya sus empresas u otros patrimonios; los otros los políticos demócratas los cuales suelen ser perseguidos, inhabilitados, enjuiciados, y presos; mientras terminan de desmantelar absolutamente el andamiaje institucional para el control absoluto posterior del ciudadano. No es casual que el gobierno sea el importador del 80% de productos alimenticios; que hayan cerrado más de 2.000 empresas, persista con amenazas para intervenir a las que actualmente producen a pesar del cerco de la impunidad y de la amenaza de cierre. No es casual la destrucción productiva del cordón industrial de Ciudad Guayana, la desinversión total, y altos pasivos laborales. No es casual la prédica antimercado, antinorteamericana, y la sátira de elogios de países malas conductas, terroristas, fracasados desde todo punto de vista.
Afortunadamente los venezolanos comienzan a despertar del letargo en que se encontraba por la alta intoxicación ideológica; parecieran entender que de palabras y de promesas sociales bonitas no se come, menos se vive. Que el gobierno es el primer corrompido, desconocedor de la meritocracia, violador de derechos constitucionales, violador de derechos humanos. Enemigo de la productividad. Mala paga con las deudas de trabajadores. Que está de espalda a la economía, a los mercados, empeñado en destruir el progreso económico que se tenía hasta 1998.
Lo saben los llamados izquierdistas, centristas y derechistas. Estamos mal y nos irá peor si no se reacciona con inteligencia y unidad democrática. El mal está hecho. Sólo cabe corregirlo con prontitud atacando la raíz de la crisis económica, política, constitucional, moral y ética en que se está con soluciones sinceras, viables y seguras. Ya no soportamos más demagogia, más populismo, más autoritarismo. Paremos las políticas marginales para un país de marginales como se pretende desde las altura del poder central. El 7 de octubre tenemos la oportunidad de cambiar para iniciar la reconstrucción nacional con un gobierno de primera.
(*) InternacionalistaEdición 1.173, hasta el próximo miércoles. Le invito a oír a Diplomacia de Micrófono, entre 12:00 y 1:00 pm, por LaMejor 91.5 FM en Puerto Ordaz, con Guillermo David Mosquera
FUENTE: Correo del Caroní