Historia y Tradición
9 de diciembre de 1824 , AYACUCHO... “CUMBRE DE LA GLORIA AMERICANA”
Eumenes Fuguet Borregales (*)
Extraordinaria acción bélica, ejecutada hábilmente el 9 de noviembre de 1824 por el egregio general, el cumanés de apenas 29 años, Antonio José de Sucre, “El Caballero de la Historia”. Ayacucho es la culminación de la lucha emancipadora durante catorce años y del poder español por más de trescientos años en el Nuevo Mundo; en relación a esta victoria, Bolívar decía que “se necesita un César para describirla”. Valerosos soldados de catorce países participaron en procura del mayor trofeo de la libertad, irían cerro arriba historia adentro, desplazándose por desfiladeros y montañas con alturas superiores a los cuatro mil metros que provocaban el “mal de páramo”. Bolívar y Sucre habían iniciado el 29 de julio de 1824 desde la población peruana de Huaraz, las operaciones para destruir al invicto ejército realista. El 6 de agosto durante el avance, las caballerías se enfrentan en Junín cerca de la población de Reyes, combate inédito de 40 minutos, donde no hubo un disparo, se realizó con lanzas, sables, espadas y bayonetas; las fuerzas del general José de Canterac recibieron las cargas de Laurencio Silva con el característico “Vuelvan Caras”.
El 24 de agosto, el Libertador recibe la orden del Congreso, emitida el 28 de julio, de revocarle el mando de las tropas; a tal fin designa al general Sucre, su oficial de confianza, Comandante del Ejército Libertador diciéndole “haga usted lo que mejor le parezca, y esta autorización no incluye ni modificación ni restricción”. Las iniciativas llevadas por Sucre para organizar, equipar y adiestrar a su ejército en esta difícil área geográfica, le merece de Bolívar la opinión de “la más grande operación de la historia militar”.
Sucre se orientaba por las estrellas, durante los desplazamientos, preveía depósitos de alimentos camuflados y adelantados, diseñó una manta para los soldados y para las bestias, dibujaba las cartas topográficas, dormía solo cuatro horas y en el suelo, enseñó a construir pasarelas con bejucos, utilizaba personal adiestrado en la búsqueda de información enemiga conocidos como “montoneros”. El 3 de diciembre el ejército se desengancha de una emboscada en Colpa Huayco; al avanzar se instala el ejército de Sucre cerca de la población de Quinua en el sitio Ayacucho que en voz quechua significa “rincón de los muertos”, debido a los enfrentamientos que realizaban los indígenas entre sí y luego contra los españoles. Los realistas con el virrey José de la Serna al frente se instalaron en las faldas del cerro Condorcunca, “cuello del cóndor” a 3.360 metros de altura.
El jueves 9 de diciembre a las nueve de la mañana, algunos oficiales de ambos bandos, como verdaderos caballeros, se acercaron para saludarse y despedirse entre lágrimas. A las diez de la mañana antes del combate, el ínclito prócer cumanés al dirigirse a su ejército con una arenga, les diría “Soldados de los esfuerzos de hoy, pende la suerte de América, otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia”.
Sucre con 5.780 efectivos, se enfrenta contra 9.310, quienes lanzan un ataque coordinado, apoyados por su artillería; la caballería se movilizaba con dificultad por lo accidentado del terreno. Sucre impávido se desplazaba de un sitio a otro dirigiendo las operaciones y animando a sus soldados; el general neogranadino José María Córdova, se desmontó de su cabalgadura, le dispara e increpa a sus subalternos “armas a discreción, a paso de vencedores”, “si es imposible vencer, no es imposible morir”.
El combate tuvo una duración de tres horas, Sucre, utilizó eficazmente la reserva para relevar a las unidades en el área avanzada; la caballería ejecutó la persecución de las fuerzas en retirada. En el campo le concede al virrey la capitulación, “Una de las más grandiosas de todas las realizadas en la historia militar”. Sobre una roca le escribe un ligero parte de guerra al Libertador le pide ascensos y recompensas a los oficiales distinguidos en la acción, para él sólo pide le siga brindando su amistad.
Bolívar al conocer en Lima el feliz resultado, decreta el 27 de diciembre el título de Gran Mariscal y Libertador del Perú; el 12 de febrero de 1825, el Congreso del Perú lo ratifica con el dictado de Gran Mariscal de Ayacucho y el 14 de febrero el Congreso de Colombia le otorga el grado de general en jefe. Recordemos que en Ayacucho participó heroicamente Manuelita Sáenz con uniforme de soldado, pelo recogido y bigotes postizos, destacándose en la atención de los heridos, en la búsqueda de información, en el avituallamiento y batiéndose a tiros en la primera fila.