PORTACHUELO/René Núñez |
08 de diciembre 2011 |
La Celac, otro foro inútil más…
Los procesos de integración regionales nunca han sido fáciles en ninguna parte del mundo. Ponerse de acuerdo sociedades y gobiernos con intereses variados y encontrados, un reto difícil. Las cosas se complican cuando la pluralidad ideológica está presente.
Pero más allá de las diferencias, que son naturales entre seres humanos, hay experiencias de integración positivas, de sociedades que entendieron el progreso y el desarrollo como una necesidad ineludible e impostergable de sobrevivencia y convivencia social, donde el diálogo, la concertación y la inteligencia privaron en el esfuerzo unificador.
No obstante, en el globo terráqueo sigue habiendo resistencia de gobiernos a estos mecanismos de integración como alternativa válida y probada para avanzar en la búsqueda de mayores y mejores condiciones de vida. Uno de ellos, el nuestro, aunque con doble discurso, por un lado mal pone la globalización, y por otro la busca y la promociona con tal de aceptarle su visión ideológica y personalista. Para el régimen de turno en Venezuela, la integración ha de ser únicamente política más no económica. Craso error, porque no existen relaciones internacionales donde no está de por medio la preeminencia de lo económico y lo comercial. Por más poderoso que sea un país, requiere del otro, tanto para comprar como para vender sus productos. La autosuficiencia absoluta no existe en el mundo. Los chinos tuvieron aislados del comercio internacional durante muchas décadas, hasta darse cuenta que por sí solos no podían satisfacer la demanda social de su superpoblación. Por esa razón se abrió hace 15 años al mercado y al comercio internacional.
La Unión Europea (UE) fue producto de una lucha constante y perseverante de pueblos y dirigentes por más de 50 años. El sufrimiento y la secuela de dos guerras mundiales facilitó el camino. Lograron la unificación de pueblos con historias, culturas, idiomas, sistemas políticos y riquezas diferentes. Los más débiles congeniaron con potencias militares e industriales (Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, entre otras). Hasta los países satélites de la otrora Unión Soviética, dejaron de lado el morbo comunista para integrarse a la UE. Hoy en día la Europa unificada se ha constituido en un gran bloque político, económico, militar y social de progreso y de desarrollo de cara al futuro de manera compacta y solidaria sin perder soberanía, autonomía e independencia sus miembros.
En nuestro continente, gobiernos y empresarios, iniciaron activamente desde 1994 una lucha común similar creando el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Miami. 33 países, cubriendo un territorio que iba desde Alaska hasta Tierra del Fuego, y que impactaría en las vidas de los 850 millones de personas que vivimos en este continente. La prioridad fundamental en esta agenda fue el libre comercio y la expansión del TLC (Tratado de Libre Comercio, conocido además por sus siglas en inglés, Nafta) que incluye a Canadá, Estados Unidos y México, a toda América. En 1998 se realizó la Segunda Cumbre de las Américas en Santiago de Chile. En el 2005 debió entrar en vigor el ALCA. Compromiso en vano, pues el argumento acomplejado antinorteamericano de algunos gobiernos, entre ellos el venezolano, privó y así murió este intento de integración regional que pudo habernos ayudado a crear mayores capacidades y oportunidades en toda las Américas. Latinoamérica no ha podido con inteligencia sacar provecho a la fortaleza de contar como aliado a la primera superpotencia del mundo como lo sigue siendo Estados Unidos, y a Canadá como potencia industrial. Los norteamericanos son los compradores del 70% de la producción latinoamericana.
Seguimos siendo pueblos con mentalidad prejuiciado y subdesarrollada. Ninguno de los entes de integración creados distintos al ALCA han funcionado (Mercosur, Unasur, Caricom, Grupo Río, Alba, etc.). El populismo, la falta de transparencia, la ineficiencia son, entre otras, características de la mayoría de los gobiernos latinos; por ello, la nueva iniciativa de crear la Celac, sin Estados Unidos y sin Canadá, es otra pérdida de costos, de tiempo, de esfuerzos, y de irrespeto a los pueblos sometidos a vivir en su mayoría en condiciones de pobreza, de exclusión y de maltrato. En el fondo los gobiernos evitan ser controlados y enjuiciados por abusos de poder, de corrupción y de violación de derechos humanos y derechos democráticos.
Internacionalista
Edición 1182. @renenunezr. Diplomacia de Micrófono ahora por Azúcar 103.9 FM de 5:00 a 6:00 pm, de lunes a viernes.
No obstante, en el globo terráqueo sigue habiendo resistencia de gobiernos a estos mecanismos de integración como alternativa válida y probada para avanzar en la búsqueda de mayores y mejores condiciones de vida. Uno de ellos, el nuestro, aunque con doble discurso, por un lado mal pone la globalización, y por otro la busca y la promociona con tal de aceptarle su visión ideológica y personalista. Para el régimen de turno en Venezuela, la integración ha de ser únicamente política más no económica. Craso error, porque no existen relaciones internacionales donde no está de por medio la preeminencia de lo económico y lo comercial. Por más poderoso que sea un país, requiere del otro, tanto para comprar como para vender sus productos. La autosuficiencia absoluta no existe en el mundo. Los chinos tuvieron aislados del comercio internacional durante muchas décadas, hasta darse cuenta que por sí solos no podían satisfacer la demanda social de su superpoblación. Por esa razón se abrió hace 15 años al mercado y al comercio internacional.
La Unión Europea (UE) fue producto de una lucha constante y perseverante de pueblos y dirigentes por más de 50 años. El sufrimiento y la secuela de dos guerras mundiales facilitó el camino. Lograron la unificación de pueblos con historias, culturas, idiomas, sistemas políticos y riquezas diferentes. Los más débiles congeniaron con potencias militares e industriales (Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, entre otras). Hasta los países satélites de la otrora Unión Soviética, dejaron de lado el morbo comunista para integrarse a la UE. Hoy en día la Europa unificada se ha constituido en un gran bloque político, económico, militar y social de progreso y de desarrollo de cara al futuro de manera compacta y solidaria sin perder soberanía, autonomía e independencia sus miembros.
En nuestro continente, gobiernos y empresarios, iniciaron activamente desde 1994 una lucha común similar creando el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Miami. 33 países, cubriendo un territorio que iba desde Alaska hasta Tierra del Fuego, y que impactaría en las vidas de los 850 millones de personas que vivimos en este continente. La prioridad fundamental en esta agenda fue el libre comercio y la expansión del TLC (Tratado de Libre Comercio, conocido además por sus siglas en inglés, Nafta) que incluye a Canadá, Estados Unidos y México, a toda América. En 1998 se realizó la Segunda Cumbre de las Américas en Santiago de Chile. En el 2005 debió entrar en vigor el ALCA. Compromiso en vano, pues el argumento acomplejado antinorteamericano de algunos gobiernos, entre ellos el venezolano, privó y así murió este intento de integración regional que pudo habernos ayudado a crear mayores capacidades y oportunidades en toda las Américas. Latinoamérica no ha podido con inteligencia sacar provecho a la fortaleza de contar como aliado a la primera superpotencia del mundo como lo sigue siendo Estados Unidos, y a Canadá como potencia industrial. Los norteamericanos son los compradores del 70% de la producción latinoamericana.
Seguimos siendo pueblos con mentalidad prejuiciado y subdesarrollada. Ninguno de los entes de integración creados distintos al ALCA han funcionado (Mercosur, Unasur, Caricom, Grupo Río, Alba, etc.). El populismo, la falta de transparencia, la ineficiencia son, entre otras, características de la mayoría de los gobiernos latinos; por ello, la nueva iniciativa de crear la Celac, sin Estados Unidos y sin Canadá, es otra pérdida de costos, de tiempo, de esfuerzos, y de irrespeto a los pueblos sometidos a vivir en su mayoría en condiciones de pobreza, de exclusión y de maltrato. En el fondo los gobiernos evitan ser controlados y enjuiciados por abusos de poder, de corrupción y de violación de derechos humanos y derechos democráticos.
Internacionalista
Edición 1182. @renenunezr. Diplomacia de Micrófono ahora por Azúcar 103.9 FM de 5:00 a 6:00 pm, de lunes a viernes.
FUENTE: Correo del Caroní