14 de octubre de 2012
La túnica de Jesús
Vinicio Guerrero Méndez
Cuenta un apócrifo que una vez sentenciado Jesús, Pilatos tomó su túnica y la guardó para sí. Después de cierto tiempo César Augusto gobernador de la provincia oriental le envía una carta a Pilatos añadiendo sentencia de su puño y letra, por cuanto tuvo la osadía de condenar a muerte a Jesús Nazareno de manera violenta, dictar sentencia y ponerlo en manos de los furiosos judíos, y no haberse compadecido de este justo, más no sin antes haber aceptado presentes por su muerte. Asimismo agrega por todo esto, vas a ser conducido a mi presencia, cargado de cadenas, para que presentes tus excusas y rindas cuentas de la vida de un inocente. Pilatos fue preso y conducido a Roma.
Cuenta un apócrifo que una vez sentenciado Jesús, Pilatos tomó su túnica y la guardó para sí. Después de cierto tiempo César Augusto gobernador de la provincia oriental le envía una carta a Pilatos añadiendo sentencia de su puño y letra, por cuanto tuvo la osadía de condenar a muerte a Jesús Nazareno de manera violenta, dictar sentencia y ponerlo en manos de los furiosos judíos, y no haberse compadecido de este justo, más no sin antes haber aceptado presentes por su muerte. Asimismo agrega por todo esto, vas a ser conducido a mi presencia, cargado de cadenas, para que presentes tus excusas y rindas cuentas de la vida de un inocente. Pilatos fue preso y conducido a Roma.
Sabiendo el César que había llegado a la ciudad, se llenó de furor contra
él, y ordenó que se lo presentasen. En esta ocasión Pilatos había traído
consigo la túnica de Jesús, y la llevaba sobre sí cuando compareció ante el
emperador.
Apenas el emperador lo vio, se apaciguó toda su cólera, y se levantó al
verlo, y no le dirigió ninguna palabra dura, y, si en su ausencia se había
mostrado terrible y lleno de ira, en su presencia sólo mostró dulzura.
Cuando se lo hubieron llevado, de nuevo se enfureció contra él de un modo
espantoso, diciendo que era muy desgraciado por no haber podido mostrarle la
cólera que llenaba su corazón. Y lo hizo llamar varias veces más. Cuando volvió
a verlo, lo saludó, y volvió a desaparecer toda su cólera. Todos se asombraban,
y también el emperador, de estar tan irritado contra Pilatos, cuando salía, y
no poder decirle nada amenazador estando en su presencia. Al fin, cediendo a un
impulso divino, le hizo quitar su túnica, y al momento se sintió lleno de
cólera contra él y sorprendido el emperador de todas estas cosas, se le dijo
que aquella túnica había sido de Jesús.
El emperador ordenó tener preso a Pilatos hasta resolver, con consejo de los
prudentes, lo que convenía hacer con él. Pocos días más tarde, se le dictó
sentencia, que lo condenaba a una muerte muy ignominiosa. Pilatos, sabiéndolo,
se mató con su propio cuchillo, poniendo de esta manera fin a su vida. Sabedor
el César dijo: "En verdad que ha muerto de muerte bien ignominiosa, pues
ni su propio cuchillo lo ha perdonado".
La Ley desde siempre ha sido empañada por prejuicios y oscurecida para
beneficiarse los que presumen de poder. Pero, es más triste saber que los que
la administran han sido moralmente cobardes e intelectualmente deshonestos al
desnaturalizarla y tergiversarla, para convertirla en detalles serviles.
Pilatos presumía de sentirse protegido por esta túnica tan especial que se
otorgó el mismo. Su vanidad no comprendió que la calidad de esa túnica no se
comparaba al desprecio que los hombres sentían por él. En sí era el miedo el
que lo atormentaba pues le causaba terror como a cualquier emperador,
gobernador ó dictador no conocer a su verdugo porque sabía que ni por la
multitud de su ejército, ni la fuerza de resistencia iba a escapar. Era el
miedo su mayor tormento.
Así ocurre con los hombres que se amparan en el poder. Se creen con derecho
a despojar arbitrariamente de su túnica al inocente para investirse tan sagrado
privilegio sobre sus hombros, cuando en realidad no son dignos de poseerla. Su
ceguera les hace olvidar que Dios es quien imparte justicia devolviendo más
tarde que pronto su túnica al inocente.