Octubre 22, 2012
Secuestro Express desde Miraflores
Por Carlos E Méndez
Los venezolanos viven aterrados por la ola de
homicidios, robos, atracos y secuestros desatados en el país. Tan solo
las FARC que operan a sus anchas en nuestro territorio patrio, mantienen
secuestrados a 27 ciudadanos venezolanos. La impunidad con la que
actúan los delincuentes es motivo suficiente para que la ciudadanía se
mantenga en sus casas al toque de queda de todos los días cuando
oscurece, o por estas calles a la defensiva cuando transita para evitar
ser victima de esta guerra civil no declarada pero si anunciada.
Lo que ocurrió el 7-10 con los electores a quienes
llevaron a empujones a los centros de votación después de las 5 de la
tarde, fue prácticamente un secuestro express, expresamente ordenado
desde Miraflores. Fueron sacados de sus casas y, bajo amenaza o
edulcorados con unos pingues bolívares, llevados a votar por un
determinado candidato. Un estado decente sale en defensa de las victimas
de un secuestro, pero jamás se comporta como un plagiario.
Para quienes lo han sufrido, un secuestro es la peor
humillación que un ser humano pueda padecer. Perder la libertad total en
un santiamén, es una tragedia comparable a ser enterrado vivo. En otra
escala, el delincuente sale a la calle dispuesto a matar, mientras que
el ciudadano de bien prefiere esperar la protección del estado antes que
tomarse la justicia por sus propias manos, ya que no desea pasar el
resto de sus días en una cárcel donde lo más seguro es que sea
nuevamente objeto de otro secuestro carcelario o de una violación a
manos de una banda dirigida por un Pran.
En resumen, el ciudadano venezolano está indefenso
dentro de los predios de su propia casa y dentro de las fronteras de su
propio país, porque el territorio está sembrado de delincuentes
encubiertos venidos de otras latitudes atraídos por la lotería de visas
implementada desde el 2004 por este régimen tramposo, con el propósito
de atrapar miles y millones de votos para sus referendos amañados y sus
reelecciones compulsivas.
Carlos E Méndez
- El miedo tocó a la puerta; la fe abrió y no encontró a nadie -