04 de diciembre 2012 |
Por: René Núñez. PORTACHUELO |
La adicción ideológica, tiene cura...
Una sociedad, incapaz de reconocer, valorar y distinguir lo bueno de
lo malo, los aciertos de los desaciertos, los éxitos de los fracasos, el
progreso del atraso -no cabe duda- tiene que estar enferma y requiere
de atención especializada; una enfermedad política con una codependencia
emocional a un “Mesías” donde cifra toda su esperanza por una vida
mejor y segura aunque en la práctica y en lo colectivo nunca llega por
lo inviable en lo económico, en lo social.
La dependencia suele propagarse en todos los estratos sociales.
Los afectados pierden progresivamente su voluntad de cambio, de
conciencia, hasta un nivel que no importa su miseria y pobreza con tal
de anteponer para siempre los intereses supremos de un régimen, el cual
vino a salvarlos y a protegerlos del progreso y desarrollo humano, bajo
la entrega total de sus derechos humanos y propiedades.
La personalidad del adicto pasa a un segundo plano.
Cuando la adicción es inducida y planificada los trastornos y efectos
son mayores, peor cuando detrás de ella se pretende enajenar y controlar
derechos a la vida, sus libertades, su espíritu, su alma para
convertirse en esclava de un proceso mental por medio del cual se les
siembran delirios de grandeza, de justicia, de igualdad, de libertad, de
felicidad social como estimulantes.
El trastorno de personalidad está asociada a los de un narcisista,
egocentrista, antisocial, indispuesta a reconocer su estado síquico, su
vacío existencial, su propia ignorancia, la explotación de que es
objeto su propia dignidad. Los atrapados en ese laberinto ideológico, se
les hace difícil escapar de él por sí solo, más cuando han cedido todos
los derechos a ser libre e independiente.
El gran dilema que se le plantea a la otra parte de la sociedad no contaminada
es cómo enfrentar una epidemia que cuenta con un estado cómplice ¿Cuál
vacuna ha de aplicarse con efectividad a quienes se resisten abandonar
la dependencia ideológica, y acostumbrados a recibir y a consumir
diariamente altas dosis de “lazos afectivos” provistos por distintas
vías, alimentados -a la vez- con resentimientos y odios contra los que
no las consumen y responsabilizan de ser los únicos culpables de sus
restricciones y condiciones sociales?
El primer paso para vencer cualquiera adicción, según los especialistas, es aceptar que la padece.
Reconocer, en el caso de la ideológica, los engaños y las promesas
incumplidas de hacerlo más feliz socialmente. Retomar el control de los
derechos cedidos. De su futuro. De su vida. Aceptar el compromiso de la
recuperación consigo mismo, con su familia, con su país.
Para lograrlo, se requiere de ayuda externa especializada.
De gente capacitada que las haga entender que hay otra vía mejor y
posible de alcanzar la suma de felicidad social prometida, sin renunciar
a sus derechos, a sus libertades, a sus gustos. Sin necesidad de
depender de una orden. De un proceso sin fecha de término. Siempre en
transición.
Aquellas sociedades en el mundo que pasaron por estos trastornos ideológicos
se dieron cuenta con el tiempo que por la vía del sacrificio humano y
la espera indefinida para hacer realidad “el futuro edén” donde
supuestamente todos serían igualitarios y felices, no era más que una
utopía, un vil engaño histórico cuyos únicos privilegiados con derechos a
disfrutar a placer la vida personal y familiar con prebendas y
prerrogativas amplias y liberales eran los amos de sus vidas
Internacionalista
@renenunezr
Pueden oírme en Diplomacia de Micrófono, con Tello Benítez, 7:00 a 8:00 am por Skandalo 90.3 FM en Ciudad Bolívar y, 106.9 FM en Puerto Ordaz.
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