agosto 11, 2013 8:55 am
Manuel Malaver: El presidente que dormía con los muertos
Debe ser tanta la confusión que siente Maduro ensayando sustituir a
un presidente sin cuya influencia es posible que continuara al frente de
una unidad autobusera del Metro de Caracas, que el viernes, con una
emoción entre llorosa y mística, declaró que “son muchas las noches en
que vengo solo al “Cuartel de la Montaña” y duermo al lado de la tumba
de mi padre y protector. Vengo a dormir, a hablar y reflexionar con él”.
Confesión que da tanta tela que cortar que hasta podría dar lugar
para la creación de una nueva escuela de psiquiatría, si bien yo
prefiero no alejarme de los límites de la alucinante y transilvánica
política venezolana de estos días que, pensándolo bien, podría estarme
ofreciendo en bandeja de plata el argumento y los personajes para una
novela que llevo años intentando escribir -sin mucha suerte- y que ahora
se llamará: ”Maduro: el presidente que dormía con los muertos”.
Porque eso de que Maduro espera que el reloj de la Catedral dé las
11, o las 12 de la noche para abandonar la cómoda y confortable suite
donde pernocta en Miraflores y cruzar solo, sin escoltas, y sin la flota
presidencial de blindados, la arriesgada subida que va de “Agua Salud”
hasta el “Cuartel de la Montaña”… esa, señor presidente, Maduro, como
dicen los argentinos, “se la tendrá que cantar a Gardel”.
Y es que hablamos de un espacio de tierra con una superficie no mayor
de 3 Kms2, pero con uno de los índices de peligrosidad más altos del
mundo, donde la cifra de muertos y heridos puede discriminarse por
horas, y al cual las bandas de narcoguerrilleros, terroristas,
delincuencia convencional y organizada cuentan como “una de sus zonas
liberadas·” en Venezuela y en el continente.
Y a escasas cuadras de Miraflores, donde es fama que el personal
militar y policial de la guardia nocturna se protege los oídos con los
audífonos de sus Iphone, para escapar así al tableteo de los Aka,
bazookas y subametralladoras.
“Menos mal que existió Steve Jobs” me comentó una noche un
subteniente que comandaba el personal de la alcabala de palacio “porque
si no, hace tiempo que habría perdido la audición”.
Una subida, en fin, en cuyos alrededores se exhibe -y sin que haya
autoridad alguna que se atreva a cuestionarlo-, un busto y una plaza en
honor a Manuel Marulanda Vélez, y para que, no solo los residentes y
transeúntes, sino hasta autoridades locales, regionales y nacionales, se
acerquen a rendirle homenaje a “Tiro Fijo”.
Culto que explica por qué, si hubo oportunidades en que algún jefe de
la exPolícía Metropilitana, -alarmado por las denuncias de tantos
vecinos agredidos, sitiados y abandonados-, quiso asomar sus narices por
el barrio al frente de patrullas y brigadas de uniformados, fue
literalmente rechazado por francotiradores y paramilitares que
disparaban desde los ángulos, y con fuego tan graneado, que el parte
oficial con la lista de muertos y heridos aún se está esperando.
Me acuerdo que eran los tiempos en que reinaba aquel “Darth Sidius,
Emperador de las Galaxias” que se creía Hugo Chávez, y sin embargo,
cuando supo que los PM y sus patrullas había sido atacados por el
“Colectivo La Piedrita” y sus jefes, Valentín Santana y Lina Ron, pues
tuvo que callarse la jeta y seguir con sus ocupaciones habituales, que
no eran otras que encadenarse para atormentar a la teleaudiencia con
cuanta nadería le pasara por la cabeza.
Pero no hemos dicho todo si se trata de informar de los horrores que a
cualquier hora del día y de la noche espantarían a quienes, como el
presidente, Maduro, dicen que se atreven a cruzar a oscuras por tan
escabroso territorio, como son las hileras de murales sobre escenas y
personajes de la vida revolucionaria que pintores ingenuos de todo el
país se han acercado a descorchar para dejarnos una idea de lo que nos
aguarda más arriba, en la cumbre, en el “Cuartel de la Montaña”
Sobre este tema veremos ejércitos conducidos por las figuras
fundadoras y emblemáticas del marxismo y la revolución como pueden ser
Marx, Engels, Lenin y Stalin; otra en que se borronea a una virgen María
con una ametralladora en la mano disparándole a una oligarca que bien
podría ser María Corina Machado o Delsa Solórzano, y, por último, el que
parece ser el legado plástico mayor de la revolución chavista y
“Socialista Siglo XXI”: una “Última Cena” que Jesús, el Salvador,
comparte con Chávez, Raúl y Fidel Castro, el Che Guevara, Osama Bin
Laden, Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael Correa, José Mujica, Manuel
Marulanda, el Mono Jojoy, y Cristina Kitchner posando de María
Magdalena.
Y por todo el trayecto, patrulleros que suben y bajan en jeeps y todo
terrenos último modelo sin identificación conocida, o si no, caravanas
de motorizados que pasan raudas como para dar aviso de que una suerte de
círculo no precisamente sagrado es lo que aguarda al mortal que se
aventura por parajes tan humeantes, como góticos.
Pero supongamos que Maduro solo, sin escolta, ni flota presidencial
de blindados pasó la prueba, ganó uno a uno los peldaños iniciáticos
para llegar ¡al fin! al portón, alcabala o puerta de ingreso del
“Cuartel de la Montaña”, en cuya sala central está el mausoleo que esa
noche eligió como lugar para conciliar el sueño o quizá mitigar su
soledad.
Es ya la una de la madrugada, hace frío y de adentro, como de afuera
del recinto, llega un silencio que es como para crujirle los huesos al
mismísimo general, Miguel Rodríguez Torres, hombre de palabras tomar a
quien no le arredran desmentidos de Ramos Allup, ni cifras de Julio
Borges sobre el fracaso del “Plan Patria Segura”
Se acerca un soldado de una garita medio escondida y como preparada
para sorpresas y emboscadas, un soldado de los que vigilan el mausoleo
en la parte exterior, y que hace de jefe supremo de la custodia y sin
cuya autorización no hay entrada, ni salida al “Cuartel”, se acerca y le
pide su identificación al visitante.
´-Soy el presidente Maduro, y vengo a dormir con el presidente. Aquí están mis credenciales.
El soldado las revisa con cuidado, y después de observar a Maduro de hito en hito, le pregunta:
-¿A dormir con el presidente? Pero si ahí no duerme nadie. Ahí lo que hay es un muerto.
-Mejor dicho –responde Maduro todo confundido-No vine a dormir, vine a hablar, a conversar, a reflexionar con el presidente.
-Jajaja-se carcajea el soldado-Pero si los muertos no hablan. ¿Quién
ha visto muertos hablando? Ciudadano, usted está sospechoso y no se
mueva de aquí hasta que reporte su caso y le pida órdenes a mi coronel
en Fuerte Tiuna.
Hace señas a otros soldados para que separen a Maduro y lo mantengan
bajo arresto, mientras del bolsillo de la guerrera saca un smartphone y
llama.
-Sí, mi coronel, hay una novedad. Es un tipo que se apareció de
repente, solo, y dice que quiere entrar al mausoleo y que a dormir y
hablar con el presidente Chávez. ¿Qué cómo es? Bueno, mal no se ve: es
un gordo, grande y de bigote. ¿El nombre? Bueno, eso es lo más gracioso.
Imagínese que dice que es el presidente Maduro y muestra una
credencial. Tiene usted razón: el presidente Maduro, o está de viaje o
está durmiendo a esta hora si se encuentra en el país.
¿Cómo? ¿Qué lo
detenga y a primera hora lo mande al Manicomio para que le hagan una
evaluación médica y me digan si lo suelto o lo dejan? Pues eso haré, mi
coronel. A sus órdenes y hasta mañana.
Y así fue como “Maduro, el presidente que dormía con los muertos”
pasó unos días o semanas en el “Manicomio” del barrio del mismo nombre
que no estaba muy lejos y regresó al´mundo de los cuerdos tiempo después
a seguir ejerciendo su alto cargo y sus recurrentes manías.
Pero eso no fue lo que pasó en la realidad sino en el primer capítulo
de mi novela, “Maduro, el presidente que dormía con los muertos”, que
aparecerá en unos meses y estoy seguro que desplazará del primer lugar
en ventas en las librerías del país, del continente y España a “El hombre que amaba los perros” de Leonardo Padura, y “Simpatía por King Kong” de Ibsen Martínez.
FUENTE: La Patilla