Paralizados o paralíticos
José Vicente Carrasquero A.
Hace
rato que la situación del país requiere medidas urgentes. La gente está pasando
trabajo independientemente de su nivel social. Presencié como una señora dejaba
la mitad del carrito de supermercado porque el dinero no le alcanzaba para
comprar todo lo necesario. Escenas como esa son cada vez más comunes. El
ingreso del venezolano es de los más bajos del continente cuando uno se toma en
serio el precio del dólar al cual se comercializan los productos y que no baja
de los cien bolívares.
A
esto hay que agregarle que en los mercados uno debe ajustarse a lo que hay. Ya
no tiene sentido hacer una lista. Hay que ir a ver qué se consigue. En
proteínas animales solo había algunas chuletas ahumadas, cochino molido y
piernas de pavo. En cuanto a cereales, nada de lo que estaba buscando. Y, así
por el estilo.
El
gobierno es un su parálisis, insiste en el tema de la guerra económica. Si no
fuese por lo trágico del argumento, daría risa. Resulta que la burocracia roja
es víctima de fuego amigo. La guerra es de la incapacidad contra la realidad. Y
cuando la primera es superada por la segunda, no se puede culpar a otro de no
tomar las medidas que la economía venezolana requiere.
Queda
claro que pesa más para este gobierno los puntos de las encuestas que resolver
los problemas que crearon a través de fallida imposición de un modelo económico
que, por cierto, ha fracasado en todos los lugares y momentos en los que se ha
tratado de implantar. La poquedad académica de la burocracia roja pretende
soslayar los incentivos naturales de los procesos comerciales. Piensan en su
escasez mental que se puede trabajar a perdida tal como una vez lo sugirió el
ministro con niñera en una oportunidad.
La
parálisis se manifiesta en un seguir con cuatro tipos de cambio a pesar de
haber reconocido públicamente lo pernicioso que resulta para la economía. Los
controles crecen a pesar de que solo traen corrupción, matraca de bajo nivel y
escasez. Y, la campaña mediática que quiere hacer creer a los incautos que con
832 contenedores se puede satisfacer la demanda de productos de la época
navideña.
Otra
señal de parálisis es la continua intención de introducir temas en la agenda
pública que no son del interés del venezolano que está esperando soluciones.
Aquí vienen los inventos de los intentos de asesinato contra capitostes del
régimen, el presidente hablando en cadena de investigaciones que le
corresponden a la fiscalía y críticas a quienes ejercen desde la opinión
pública, el sagrado derecho a criticar lo que consideran son pifias del
gobierno.
La
pregunta que nos hacemos es: ¿están paralizados por alguna razón desconocida o
son paralíticos? Este dilema no es trivial de resolver. Por un lado, el
gobierno está empeñado en cerrar el año con las cifras menos catastróficas
posibles. Por eso se empeña en mantener un dólar a 6,30 al que nadie tiene
acceso. Sincerar esa entelequia significaría reportar una caída de unos 8
puntos del PIB y, por consiguiente, un encarecimiento de los préstamos que
requieren para financiar la maltrecha economía venezolana. Eso explicaría estar
paralizados.
Sin
embargo, me inclino por la parálisis. Una que se deriva de la incapacidad de
comprender la crisis que atraviesa el país. Una que pasa por no poder entender
las medidas que deben ser tomadas para evitar que el venezolano se siga
empobreciendo a la velocidad del sonido. Una parálisis que pasa por no saber
que el deterioro de la economía se manifiesta en malatías sociales como el
incremento del desempleo, el robo, el asesinato y todas las perversiones
asociadas a poner a la gente a pasar trabajo.
La
parálisis es incompetencia. Es lenidad. Es no darle importancia a la calidad de
vida de los venezolanos. Es hacer caso omiso a la tragedia de personas que no
tienen acceso a la salud. Es hacerse de la vista gorda con las familias que día
tras día se ven enlutadas por la muerte de un ser querido.
Lo
único que le importa a los políticos que gobiernan es mantenerse en el poder a
como dé lugar. Pero la parálisis mental les impide ver que el apoyo político no
es a las ideologías. La gente vota por sí misma. Por su calidad de vida. Por
ver satisfechas sus expectativas. En estas materias, como en la gris, el
gobierno está aplazado.