Develando
la conspiración
José Vicente Carrasquero A.
Muy orondo apareció el
presidente la Asamblea Nacional, en su semanal programa que financiamos los
venezolanos, comentando una conversación privada entre dos ciudadanos a quienes
la Constitución les garantiza el secreto de sus comunicaciones. No explicó el
ancla del bodrio televisivo el origen de la grabación que uno debe suponer
respaldada por una orden judicial y además amparada por el secreto procesal. Es
entonces claro que estos dos sujetos terminan siendo el objetivo de una
conspiración para oír lo que pudieran decir en cualquier momento y que los
conspiradores puedan usar la conversación para mal ponerlos ante el público.
Por ahí ya va una conspiración urdida y puesta en marcha por quienes tienen el
deber de garantizar los derechos de los venezolanos.
El asunto no se queda
allí. Los ciudadanos de nuestra maltratada patria son víctimas permanentes de
conspiraciones que tienen sus orígenes en el alto poder. Por ejemplo, los que
fingen dirigir los asuntos económicos tienen como prioridad máxima, cumplir con
el pago del capital y los intereses de una deuda contraída con propósito
desconocido. Y es una conspiración porque esa decisión atenta directamente
contra el soberano que no fue consultado sobre la contratación de esa deuda y
ahora tiene que asumirla en escasez, devaluación, pérdida del poder adquisitivo
e inflación. En otras palabras, para la humanista nomenclatura del régimen es
más importante atender a los acreedores nacionales e internacionales que
garantizar un flujo de divisas que permita el funcionamiento moderno y adecuado
de la economía.
Este gobierno, producto
tal como lo sostiene el padre de la creatura, de las conspiraciones que
llevaron al lamentable 4F del 92, sigue montado en maquinaciones e intrigas
para llevar a cabo su plan hacia el desastre. Uno de estos complots consistió
en ir ahorcando paulatinamente al empresariado venezolano hasta reducirlo a su
mínima expresión. Y el objetivo de tal urdimbre no puede haber sido otro que
sustituir al productor nacional por el extranjero al que le pagan en dólares a
cambio de jugosas comisiones que explican la inmensa cantidad de nuevos ricos
que exhibe la Involución del siglo XXI.
Y por aquello de estar
permanentemente montados en una conjura contra el pueblo, armaron a grupos de
supuestos seguidores para tener un cuerpo paramilitar que defendiera el proceso
político. Esta conspiración explica la cantidad de armamento de guerra en manos
de civiles que los usan para delinquir o para imponer su ley en distintos
territorios. Como producto de esta irresponsable actuación, hoy miles de
familias lamentan la pérdida de uno de sus miembros. Es esta misma trama la que
permite tener un país sui generis en
el que los grupos delictivos están mejor armados y disponen de más recursos que
las policías de un país con inmensas riquezas en el subsuelo.
No es otra cosa que una
conspiración la que ha puesto en tela de juicio nuestra demanda
sobre el Esequibo. Un contubernio entre Fidel Castro y Hugo Chávez para echar
al olvido nuestra reclamación, buscaba consolidar las relaciones exteriores del
comunismo cubano en el Caribe y América Latina. Se pensaba que con esta
traición a los derechos venezolanos sobre esos vastos territorios se garantizaba
la continuidad del proceso revolucionario. Una vez más, la victima de esta
conspiración termina siendo un pueblo que puso sus destino en unas manos que no
eran dignas de confianza, tal como ha demostrado el devenir de los hechos.
Se conspira permanentemente
desde un CNE que no cumple con el mandato constitucional de generar confianza a
los venezolanos. Es más que sabido que la gente desconfía de una dirigencia
burocrática que no esconde su simpatía por el gobierno de turno. Que hace todo
lo que está a su alcance para impedir que el proceso electoral sea debidamente
observado, que ha permitido el vicio del voto asistido a personas que
evidentemente no necesitan tal ayuda, que no pone freno al uso corrupto de los
bienes de la nación al servicio del partido gobernante. Nuevamente, la victima
de semejante intriga resulta ser el pueblo soberano al que se le irrespeta
permanentemente.
Termina siendo una
asquerosa conspiración poner presos a políticos y a ciudadanos por expresar su
oposición al gobierno que más ha merecido críticas en la historia del país. Es
así como se inventan juicios insostenibles para sacar del medio a personas que
pudieran terminar promoviendo y capitalizando el descontento contra el peor
desempeño de gobierno en todo el hemisferio occidental. Conspiración que
empantana a esos poderes que supuestamente se crearon en 1999 para defender a
todos los ciudadanos por igual.
Y es que no podía ser de
otra manera. La precaria clase política llega al poder a caballo de multitud de
procesos conspirativos. Chávez permanentemente se vanagloriaba de todas las
conspiraciones en las que había participado. Y típico de su poca catadura
moral, calificaba de conspirador a cualquiera que osara levantar la voz frente
a su autoritarismo.
Fue por la vía de la
conspiración que un gobierno electo en las urnas terminó siendo una vulgar
dictadura con ínfulas de izquierda pero de claras expresiones fascistas. Por la
vía de la conspiración pretende permanecer en el poder. Pero, el pueblo ha
despertado y todas las encuestas indican que tiene una factura que presentar el
6D.