Enrique Prieto Silva
Lunes, 1º de enero de 2021
¡Tanto nadar para morir en la orilla! Pareciera ser el resultado de la política opositora, que sin proponérselo, ha sucumbido al tormentoso mundo del no saber qué hacer cuando el mundo se acerca a sus manos y los garfios de la dictadura se apoderan de ella como presa amedrentada; y la debilidad se apersonó en los lideres de la que fue la Unidad de partidos, que nunca llegaron a un acuerdo para el quehacer en la toma del poder, o mejor dicho, para el cambio de poder.
Es cierto que el régimen devino en dictadura con visos de democracia; un mando todo poderoso con muchas garras al margen de la ley, apoyada por una férrea fuerza policíaca. No obstante, durante mucho tiempo perduró la sindéresis en los líderes de los partidos que integraron la Unidad, pero el parcelismo egoísta que nunca pudo ponerse de acuerdo por la multiplicidad de candidatos presidenciales, en un juego aún criticado por partidos de la alianza minoritaria que se llamó G15, pero que nunca fueron verdaderamente tomados en cuenta por la cúpula del denominado G4, que aparentemente fungió de cabeza visible de la Unidad, que al fin, por una terca desidia, no logró apaciguar los fuegos internos que condujeron a la debacle.
Una de las adversidades cuestionadas siempre, fue la intervención y varios intentos por dialogar con personeros del régimen, con la ayuda de intermediario, personas y gobiernos de otras latitudes, quienes siempre fueron criticados y maltratados por esa vocifería autóctona, que nunca perfiló orientación idónea. Fue, si pudiéramos decirlo, grande el fuerzo por encontrar una salida pacífica al cambio del radicalismo, pero todo cayó en la adversidad por falta de interés del régimen y por la estupidez sin sentido de la Oposición.
El tema ha tenido muchas aristas y muchos criterios tal vez válidos, pero tenemos que reconocer su desviación vocifera sin sentido, que en lugar de buscar una salida viable, se empecinaron en trancar el juego, proponiendo salidas solo de fuerza o de eliminatorias imposibles.
No podemos decir que nadie propuso una acción consensuada y posible, porque muchas las hubo, pero siempre apareció una excusa irremediable; ¡nada con el chavismo!, esa fuerza hay de execrarla. Como deseo, era y es lo más lógico y deseable, pero desde el punto de vista real verdadero, tenemos que comprender que el cambio, aunque vengativo, necesario y lógico, no puede ser brutal, porque la política se alimenta de la hipocresía como una necesitad para convencer al que cree saberlo todo, pero que no sabe nada; de allí el cambio brusco, como surgió el chavismo, un movimiento de la nada, dirigido o propuesto con ínfulas de vaho de un “don nadie”, que se valió de la antipolítica de las décadas 80´ y 90´, cuando se creyó perdida la democracia y cual náufrago en el mar, se amarró al salvavidas que lo llevó a la destrucción.
Algo de debe quedar claro, en política no hay soluciones premiadas sin contradicción. Esta ciencia proviene del debate entre pares de la poli y cuando de democracia se habla, se habla de libertad, la que nunca estará al gusto de todos. Unos quieren el gobierno del pueblo, otros el gobierno para el pueblo y otros gobernar al pueblo. ¿Cómo entenderlo? No hay forma, porque las leyes de las democracias nunca son iguales, y he aquí el dilema, de donde surge el quitarte tú para ponerme yo y cuando no lo logran, vienen las desavenencias y la guerra por el poder.
Es el caso de Venezuela, que con el militarismo que se profundizó con Chávez, hizo surgir el acomodo del entendido de Clausewitz, ¡la guerra es la continuación de la política por otros medios!, de donde surgen las propuestas de golpes de estado, la intervención de las fuerzas armadas y hasta la intervención extranjera para “sacar al usurpador”, ¡nada más irracional!, y de aquí el rechazo a la conversación o al diálogo.
Bien dijo Doughtery: ¨la política es el procedimiento para ordenar poderes entre individuos competidores y grupos sociales, y para arreglar prioridades entre propósitos y objetivos rivales, sean éstos utilitarios o de valores¨; y en teoría, el Poder, es considerado como el dominio o imperio para mandar e imponer la voluntad del Estado sobre sus súbditos y sobre los otros Estados, por lo que adquiere diferentes significados y formas. Existe como palanca de la riqueza económica; como ciencia y tecnología para la solución de problemas; como sistema de comunicaciones para influir en la opinión, en las ideas y en los valores; como arma política para ordenar el Estado; como arma del sistema jurídico. Todos los grupos humanos organizados o no, tratan en una u otra forma, de llevar al máximo su posición de poder, o de usar el poder que posean en forma ventajosa para ellos; pero bien sabemos, que en muchos casos el régimen de gobierno se apropia del Poder para imponer su voluntad a todos los gobernados, surgiendo así el poder tiránico o dictadura.
La relación implícita entre el Estado y el Poder, podemos verla cuando en el Estado o Nación, como es nuestro caso, el poder está regulado por la Constitución, que le fija los límites y define las relaciones entre los poderes del Estado, estableciendo las bases del gobierno y la garantía de los derechos ciudadanos; ¡tristemente, en Venezuela, donde se dijo que instituyó la constitución más bella del mundo, se constituyó un sistema democrático que quiso ser el perdurable y eterno, pero tuvo como desfase el acrecentamiento de la ignorancia originada por quien fuera llamado “comandante eterno”, que cual hombre maravilla difundió poder, pero como toda fantasía terminó cual sueño fugaz.
Lamentablemente, la intelectualidad venezolana, que marcó y marca pautas en el mundo por su intelecto y preparación científica y académica; dormida en sus laureles, también durmió en la fantasía y despertó dispersa por el mundo, creyendo que en todas las latitudes hay “eternas primaveras”; así se dedicaron a conformar la nueva política venezolana, excluyente de todo lo que sonara o supiera a chavismo, olvidando que somos todos los mismos venezolanos, buenos y malos, adecos y copeyanos, caraquistas y magallaneros, que al comenzar la nueva Venezuela conviviremos para bien, dejando de lado las caricias al gobierno que se apoderó de la mente del pueblo creyente, y aunque sabio, también demostró que se equivoca. Al final, todos dispuestos a promover el cambio político venezolano.
Antes dijimos, que no podíamos imaginarnos el futuro venezolano, cuando los regentes del ideario insepulto insistían en el diálogo entre factores opuestos a muerte, sin reconocer, no solo su fracaso, sino que querían imponernos el Poder, obviando lo fundamental: el Estado democrático y social de Derecho y de Justicia consagrado por la Constitución, que implica la división de los poderes, el imperio de la Constitución y las leyes como expresión de la soberanía popular, la sujeción de los Poderes Públicos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico, y la garantía procesal efectiva de los derechos humanos y de las libertades públicas, que requieren la existencia de órganos caracterizados por su independencia, con potestad que les permita ejecutar y aplicar imparcialmente las normas expresadas por la voluntad popular. Hoy, se ha percibido el cambio, ya el chavismo no existe como poder, aunque perdure en el sector militar el ¡Chávez Vive!, pero lamentablemente, los líderes de la Oposición siguen desarmados, sin brújula y sin orientación, promoviendo la abstención como fórmula para el cambio, mientras tanto, el régimen persevera siguiéndole la corriente y dejándola fuera de base y sin estrategia.
Por fortuna, ha surgido un nuevo diálogo que pareciera ser sincero o por lo menos no depravado, el que pareciera ser una fórmula válida para el cambio, que pudiera comenzar con las elecciones de alcaldes, gobernadores y concejales. De allí que pendemos en un Diálogo Necesario.
@Enriqueprietos
Ver artículo en word: EL DIALOGO NECESARIO