EL PODER MILITAR Y EL PODER POLITICO
Enrique Prieto Silva
Sábado, 10 de abril de 2021
En nuestra última entrega nos referimos al momento, cuando a raíz del 4F dijimos que: “lamentablemente, surgió una legión de seguidores, muchos de ellos rezagados integrantes del frustrado intento de golpe de Estado en 1992, que desplegaron explicaciones fútiles de victoriosos, así como un profuso grupo de pancistas, que con un interés económico o de respingo en su incapacidad profesional, se nutrieron de este falso ideal bolivariano, que en el fondo no es otra cosa que un “militarismo ignaro y belicoso”, que creó un clima de intolerancia y divisionismo vengativo contra quien no profesara o se uniera a esta distorsionada idea socialista, que, con el calificativo de “roja rojita” logró profundizar la división partidista a la que se refirió el Libertador en su proclama de Santa Marta…”
Dimos a entender, de lo que muchos políticos y militares no se percatan, como lo es es el juego sucio de la anti política, que hizo creer en la necesidad de un fuerte poder gubernamental, que “lograra recuperar el orden democrático perdido al termino de la cuarta república”, en sí, una torpe desviación de los fines de la democracia, donde se piensa en la necesidad de un poder dominante, con facultad de dominio, imperio y jurisdicción para el mando o la ejecución de acciones, que solo puede lograrse bajo el imperio del poder militar.
Sin dudas, fue la creencia en algo cierto teóricamente, donde se involucra en sentido lato, la capacidad para enfrentar una situación, por lo que referido al Estado, podemos inferir, ese poder como la capacidad diplomática, política, económica y militar con que cuenta para alcanzar los objetivos de sus intereses nacionales.
En sí, es el conjunto de elementos tangibles e intangibles, que pueden permitirle, mediante la acción o la manifestación, hacer uso total de su soberanía, para en forma individual, crear y tomar decisiones independientes; con cuya teoría, surgió la catástrofe, al creer que ese poder militar era el necesario para dar impulso a la supuesta democracia perdida. Y como dijimos también: “Nunca nos imaginábamos, que la tozudez del enfrentamiento contra el chavismo, utilizaría la misma fórmula de protesta política utilizada por éste, que, sin dudas, marcó un antes y un después en la historia de Venezuela; y queriéndolo o sin quererlo, el destino presagiado con la pestilencia del rancherismo ignaro y purulento, impregnado de juventud y militarismo consciente pero equivocado, nos condujo a la puja de un sinsentido tosco, como lo es propugnar la guerra como forma de hacer política para lograr la paz en nuestro país.”
Sin dudas, fueron dos los ingredientes que se juntaron para el logro de esta odisea de lucha por el bien, que solo trajo el mal: uno, que los emprendedores de ese movimiento fueron bisoños militares, que no entendieron, ni la misión que les correspondía como integrantes de la institución de las Fuerzas Armadas Nacionales, y segundo, que su capacidad cognoscitivo por su baja jerarquía militar, no podían entender a su nivel teórico, la diferencia y uso de los factores del poderes, donde el militar, con una concepción bélica en el Estado moderno es un elemento o ficción que se encarga de la guerra, y ésta solo es perfectible en la defensa nacional, que aunque al momento del 4F su cometido constitucional de 1961 daba la opción política de defender la constitución y las leyes, en ningún caso podría entenderse como árbitro político para decidir sobre la bondad del gobierno, y muchos menos tomar acciones “caprichosas” para cambiarlo.
Si bien es cierto que el poder de todo Estado depende de las fuerzas que posea y esas fuerzas se ubican en los diferentes campos del poder, con preponderancia del campo militar, quien tiene el poder de las armas de la República, la sana aplicación del poder, depende de la capacidad de los órganos encargados del diseño de las políticas y las acciones estratégicas que su utilicen en tal sentido. Siempre será mayor el poder, en la medida, que se conozcan, se organicen y se manejen eficientemente las fuerzas con que cuenta el Estado, pero solo la capacidad, de cohesión y uso armónico de las fuerzas integrantes de esos poderes, permite la consolidación de un régimen democrático como lo establece la Constitución. He aquí el meollo del tema, que obliga a entender la necesidad de subordinación del poder militar al poder político,
Existe el errado criterio, de que el poder de una nación es el reflejo de su poderío militar. Criterio que pareciera ser cierto, cuando nos engañamos al creer que el poder militar, por ser el único que contiene una denominación autónoma, como “poderío”, es autónomo en su aplicación. Este engaño, es la derivación del deseo de los gobernantes, por mantener una actitud autocrática en un Estado que presume un sistema democrático, donde el poder militar, es el menos autónomo de todos los poderes.
El poder militar, o las fuerzas armadas, es parte del poder político, y el más dependiente del económico y del social. Las fuerzas armadas, se componen principalmente de personas, por lo que requiere de la aceptación de la comunidad; y en cuanto al poder bélico, requiere de un gran apoyo económico, generalmente adversado por los poderes político y social, atendiendo a las necesidades que reclama el conglomerado, como presión dominante al gobierno. Sin embargo, esto no puede entenderse como diversidad de fines, toda vez que el poder militar lo crea el Estado con el fin especifico de la defensa militar, como lo establece en Venezuela el artículo 328 de la Constitución. Y solo para este fin es la existencia de las fuerzas armadas, que rechaza su intromisión en la función política de gobierno del Estado.
Es interesante, a mas de conveniente en nuestro análisis sobre el poder militar y su injerencia en la política de gobierno del Estado, saber que el concepto de poder militar con visión política aparece en Estados Unidos durante y después de la II Guerra Mundial y, en el fulgor de la Guerra Fría, cuando en una supuesta paz, se unen el intelecto de los militares gestados en las universidades de pre-guerra, cuando el máximo esfuerzo se dedicó a lograr la supremacía en el desarrollo bélico unido al espacial.
Fue la unión de lo que se denominó “burocracia militar-industrial”, en lo que Ralph E. Lapp denominó “cultura de las armas”, cuando la complejidad y la tecnología alcanzan su mayor fuerza, es decir, el alcance y el poder de la organización, y la posibilidad de la creencia al servicio propio.
Según Galbraith, la finalidad de la concentración del talento era aumentar la autonomía y la capacidad de las organizaciones responsables del esfuerzo para lograrlo. Manifestó que, la crítica y el desacuerdo requieren conocimiento, y la gente con conocimiento estaba en su mayoría absorbida por el sistema.
Consideró además que, la Administración de Eisenhower consolidó el poder de los militares al designar secretarios de Defensa que en gran medida se mostraron pasivos, con la excepción de algunas ocasiones en se preocuparon por los costos. Sin embargo, consideró, que esa emancipación del poder militar fue realmente una decisión democrática, una respuesta ampliamente aprobada a las fuerzas aparentemente temibles que rodeaban a la nación norteamericana.
En cualquier Estado, el poderío militar, lo conforman orgánicamente las “fuerzas”, denominación que entre nosotros reciben las principales y diferenciadas organizaciones, ramas o componentes constitutivos de la Fuerza Armada, a quienes se les atribuyen funciones específicas dentro del campo militar. En Venezuela, como algunos otros países del mundo, se organizan las FAN, con la denominación de Fuerza Armada en cuatro Fuerzas o componentes: Ejército, Armada, Aviación y la Guardia Nacional a la que nos hemos referido anteriormente.
Rudolf Kjellen, sueco que usó por primera vez el término “Geopolítica”, afirmó que el Estado es un organismo viviente, cuyo territorio es el cuerpo donde se asienta la población con su idiosincrasia, sus actividades económicas y su comunidad social, bajo un gobierno con fundamento legal y administrativo. Sostiene también, que “el principal atributo del Estado es el Poder, el cual le permite subsistir y progresar, afirmando que él es más importante para su existencia que la Ley, ya que ésta solo subsiste con su respaldo”. Esto puede ser cierto en el estudio del Estado y su geopolítica, pero cuando nos referimos al poder militar en el Estado, hablamos de la fuerza del mismo poder político, que cuando este se desvía o confunde trae como consecuencia, la inestabilidad política, surgiendo la dictadura o el poder de la fuerza para lograr la estabilidad perdida.