MENDIGAR TU DERECHO ES NO TENER DIGNIDAD.
Hurgando en el baúl electrónico, encontramos un artículo escrito el 30/12/2018 que; por alguna razón, tal vez la celebración del año nuevo, no publicamos. Lo habíamos titulado tal y como titulamos este. Mendigar tu derecho es no tener dignidad. Con asombro, una vez leídos los conceptos que se emitían en aquel entonces, encontramos que poco ha cambiado en la realidad de dos años atrás para favorecer a los venezolanos; al contrario, el deterioro socioeconómico ha continuado, afectando cada día de manera más grave a todo el pueblo.
En los últimos meses, circulan en las diversas redes innumerables comentarios, opiniones y noticias acerca de llamados y justos reclamos de muchísimos sectores debido a lo paupérrimo e inhumano de sus sueldos y pensiones. El espacio para dar nuestra opinión al respecto puede ser perfectamente ocupado por el listado infinito de incumplimiento de responsabilidades como patrono por parte del narcorégimen, y las causas que lo han llevado a ello; sin embargo, vamos a centrarnos en lo que a los derechos se refiere y la dignidad para su reclamo.
La gran mayoría de venezolanos tenemos derechos intrínsecos, ganados meritoriamente por aquellos que han cumplido con su etapa productiva al servicio de la nación o del sector privado en cualesquiera de sus campos: educativo, fabril, de servicios, médicos, militares, de construcción, etc. Cada venezolano que haya transitado y cerrado su etapa de servicio laboral se ha ganado el derecho a disfrutar de una vejez digna. Eso, tristemente dista un largo trecho de ser realidad en Venezuela. Peor y más grave aún: Los trabajadores activos, esos que siguen su brega diaria, no escapan al impacto de la distorsión económica que horada la sociedad venezolana.
Quienes hoy día arriban al otoño de sus vidas, habiendo vivido tiempos mejores en este país, no tendrían por qué mendigar favores para el cumplimiento de una obligación de Estado a las bandas narcocriminales que ejercen temporalmente el gobierno; eso no debería ser una alternativa. Quien labora, aquel que es productivo, debería también por su lado tener ingresos que le permitan un desarrollo natural de una vida decente, así como la de aquellos de quienes tiene a su cargo.
Ahora bien, vamos al grano. Las opciones tradicionales de protesta no han surtido efecto; adicionalmente, los pseudopolíticos colaboracionistas del bodrio gobernante no aportan ni ideas ni opciones, mucho menos alternativas. El modelo de protesta al que nos han llevado está agotado. ¿Qué espera la sociedad venezolana para asumir su rol de protagonismo? Somos creyentes en que el liderazgo subyace en cada persona, en sus acciones y sus decisiones. Pero lo que vimos en las noticias y que circuló en las redes durante la semana del 21 al 27 de febrero de este 2021 nos ha causado un impacto difícil de digerir. El caballero Guaidó, pues ya no se sabe lo que es ni qué papel desempeña en el país y su obscura realidad, se dirige a Maduro, pidiendo aumento de sueldos, salarios y pensiones dignos para los venezolanos, acordes la realidad económica que se vive. ¡Por favor! ¿Cómo va a despertar la voluntad de nadie alguien que no tiene claramente definido su rol ni su función? Se supone, en nuestra manera de interpretar las cosas, que lejos de solicitar nada a un régimen absolutamente ilegal, debería plantear propuestas concretas. Por decirlo de alguna forma, nos pareció un cuadro patético de alguien que supuestamente nos representa.
La generación nacida entre los años 70 y 80 ha demostrado hasta la saciedad su incompetencia, su falta de profundidad política, su limitada visión de lo que Venezuela realmente requiere. Dijese Rómulo Betancourt: “Les falta calle y burdel”, le añadimos nosotros: gónadas.
Vistas las circunstancias, el único temor que debe subyacer en el espíritu de lucha, es el miedo a ser otro país similar al de los cubanos. A ellos, el cansancio los venció y la apatía reina en su isla; son una sociedad sumisa. Si en algún momento, hace algunos años, se dijo que Venezuela no es Cuba, hay que demostrarlo ya. Es perentorio el desarrollo de estrategias sorpresivas y creativas, contundentes. Nadie tiene porque mendigar sus derechos, pero sí luchar por ellos con arrojo y dignidad. Aquí encontramos el único pero a esta disertación. Eso no se aprende, eso no se enseña, eso nace y se lleva en el corazón y debajo de la dermis ciudadana.
No más invitaciones a salidas concertadas, elecciones, ni más opiniones ni análisis. Veintidós años de escribir causas y consecuencias, predicciones y lucubraciones son más que suficientes. El país ya no soporta más. Es ahora o es nunca. Lo peor que nos puede pasar como sociedad y como nación es que sigamos sin que ocurra nada. Hasta allí llegó nuestro futuro, y el de tus hijos y el de tus nietos. En nuestras manos está el decretar la existencia o la muerte de nuestra amada Venezuela.
No podemos mendigar lo que por derecho nos corresponde. La dignidad de un pueblo no se negocia: se posee y se impone. Los venezolanos, por naturaleza, jamás hemos sido mendigos.
STANISLAW DUBIS CASTILLO
26-02-21
REMISIÓN: