Los déspotas con delirios de grandeza y los iluminados que exigen "ciega obediencia para establecer un orden moral contrario al existente" (DRAE) conocen las peores dificultades cuando intentan desfigurar el espíritu de sus pueblos, su volkgeist. Pekín, por ejemplo, entendió a tiempo que pasar de tercer mundo quejoso a primera potencia imponía archivar el libro rojo de Mao y devolver a los chinos su milenario e innato espíritu comerciante y acumulador de riquezas. Otros se hundirán sin entenderlo.
Dos recientes encuestas confirman indirectamente esa tesis en el ámbito nacional. Los 200.000 minutos radiotelevisivos y las 2.000 cadenas del presidente-predicador, sus exacerbadas incitaciones al odio de clase, a preparar guerras o asumir que "ser ricos es malo", la invitación de Barreto a invadir el Country Club o de Jaua a denunciar el patronato y ocupar fábricas, no han servido literalmente para nada: el criollo "espíritu del pueblo" ha resistido victoriosamente el decenal embate, sigue pidiendo democracia, seguridad, libertad de expresión y sindical, acceso a la propiedad y calidad de vida, que el déspota ya considera antivalores. Lo ratifica la baja en las filas del propio chavismo, de 46% a 23% en siete años (en la oposición, de 40% a 19%), y el trasiego de millones de venezolanos al grupo Ni-Ni, que pasa de 36% a un colosal 55%. Hasta aquí la mitad llena del vaso: Chávez, un mal comunicador compulsivo, no sólo no logró radicalizar a nadie allende su núcleo duro de adeptos, sino que más bien perdió la mitad de éstos dando vida a una gigantesca burbuja de ciudadanos aventados por el susto y el hastío al no-compromiso.
Su nueva moral se quedó en la vomitiva "Hojilla", su hombre nuevo en ectoplasma.
La mitad vacía del vaso es que, en un país cada día más cercano a la desintegración por déspota incompetente, el resultado de las cruciales elecciones de 2010 y 2012 pasa a manos de quienes privilegiaron el descompromiso; una constatación escalofriante y algo surrealista.
Lo que hagan, digan o logren gobierno u oposición ha perdido relevancia: ante las urnas sólo pesará de manera decisoria el comportamiento de los hoy no-comprometidos y mayoritarios Ni-Ni.
Nunca será, pues, temprano para enviar a éstos un llamado a que, en el respeto de sus humanas y libres elecciones pasadas, vuelvan ahora a la dura realidad de todos cada quien a su velocidad asumiendo su onerosa cuota-parte de responsabilidades. Las dos históricas votaciones de este año y de 2012 verán una aplastante preponderancia del voto-castigo. Poco pesarán los proyectos de cambio de la oposición (si los hubiere) y las cada vez más extraterrestres promesas de radiante porvenir de Chávez; se impondrá el peso de apabullantes realidades, de insufribles experiencias cuotidianas, la necesidad de castigar una gestión presidencial vieja ya de once años que todo venezolano habrá de juzgar no por sus políticas, planes, programas y promesas sino post factum, por sus muy concretas acciones y omisiones, ejecutadas y juzgables.
Sobre un intento de balance de la gestión presidencial fundada en hechos demostrables habrá que volver con algún detalle. Registremos mientras tanto un primer aspecto macro que pareciera dar sentido al todo. Tiene razón el Polo Constitucional (de ex adeptos) al afirmar que Chávez debe renunciar por haberse deslegitimado y carecer de autoridad moral para gobernar. El Chávez de hoy es un personaje plagiado por los cubanos, un procónsul del castrismo en Venezuela con el esbirro Ramiro Valdés de contralor: de bolivariano en socialista siglo XXI, de socialista en marxista, de violación en violación de la Constitución, viene ejecutando el plan expuesto en Miraflores, el 10.11.2005, a un asombrado vicepremier Zhukov: "Todo eso explotará pronto...
América Latina es hoy la Stalingrado de las ideas, ella será lo que Rusia no pudo ser".
¿Aceptan los Ni-Ni mantener de Presidente a un iluminado que se propone a como dé lugar revivir la URSS en la ciudad de los techos rojos?
Fuente del Texto: Venezolanos en Linea
Imágén (ilustrada monamente) por: Alberto Rodriguez Barrera.