Cunde el terror en Miraflores
El Senado español acaba de dar un paso trascendental: aprobar la llamada Declaración de Caracas para, con ella oficializada como documento legalizado por las Cortes, presionar al gobierno de Zapatero en sus relaciones con Caracas. Junto a la de Juan Manuel Santos y Makled, su testigo estrella, otra espada sobre Miraflores. Por ahora, que ladren los perros. Ya veremos si muerden.
Que las solitarias declaraciones de un desterrado pongan a gritar a las focas amaestradas del presidente de la república y amerite de su parte el tronar de sus amenazas contra el único canal opositor del país, poniendo una vez más al desnudo el talante despótico y dictatorial del régimen, demuestra el pánico que empieza a cundir en Miraflores. De nada ha servido el compromiso de Juan Manuel Santos de asegurarle a su nuevo “amigo íntimo” el envío del testigo estrella de la fiscalía norteamericana en un eventual juicio contra la élite de la fuerza armada venezolana llevada a tribunales para responder por delitos de narcotráfico y contubernio con el narcoterrorismo.
No es, por cierto, un terror ilusorio ni corresponde a pura imaginación de la ya muy sensible esquizofrenia presidencial. Corresponde a una brutal realidad: si Makled tiene efectivamente todas las pruebas de que se jacta, y está dispuesto a entregarlas a la justicia norteamericana antes de que transcurran los eventuales 18 meses de la decisión de la Corte Suprema colombiana respecto de su definitiva extradición, constituye sin duda una presa infinitamente más valiosa para el departamento de justicia norteamericana que en su tiempo Noriega o el mismo Fidel Castro. Aquel fue secuestrado para llevarlo a juicio en territorio norteamericano. Éste debió fusilar a dos víctimas propiciatorias para sacudirse el riesgo de terminar en Manhattan.
Para apreciar el significado real de las declaraciones de Guillermo Zuloaga, asilado en los Estados Unidos por razones de la persecución política que se le sigue en nuestro país y que las estentóreas declaraciones de dos ex periodistas y parlamentarios no vienen más que a reafirmar, hay que tener en cuenta el carácter de virtual secuestro en que se encuentra el presidente Chávez del presidente colombiano Juan Manuel Santos.
Pues si le asegura cumplir su palabra y entregarle a la ansiada presa, recuerda que antes debe contarse con la decisión de la Corte Suprema colombiana y que tal decisión puede tardar dieciocho meses. Para complementar el real significado de ese lapso, su embajador en Washington garantiza, simultáneamente, que Makled estará a la libre disposición de las autoridades norteamericanas. Consecuencia final: cuando Makled llegue a Venezuela puede que sea un bagazo sin ninguna significación político jurídico. Y peor aún: que los tribunales norteamericanos hayan agotado la reunión de datos y pruebas contra parte muy importante de la elite gobernante venezolana.
¿Puede el presidente de la república cerrar Globovisión en esas circunstancias de apremio y secuestro sin desatar los demonios, nacional e internacionalmente? ¿Puede apresurar la toma de decisiones de naturaleza represora y golpista teniendo la espada de Makled sobre su cabeza? ¿O está condenado a mantener las apariencias mientras no termine por encarcelar al peor y más peligroso testigo de cargo de su historia?
El Senado español acaba de dar un paso trascendental: aprobar la llamada Declaración de Caracas para, con ella oficializada como documento legalizado por las Cortes, presionar al gobierno de Zapatero en sus relaciones con Caracas. Junto a la de Juan Manuel Santos y Makled, su testigo estrella, otra espada sobre Miraflores. Por ahora, que ladren los perros. Ya veremos si muerden