Los excesos de la Guardia Nacional
Enrique Prieto Silva
Jueves 27 de marzo de 2014
El pueblo venezolano ha visto con sorpresa el exceso de violencia empleado por la Guardia Nacional en el “control” de las manifestaciones de protesta enfatizadas por los estudiantes en las más de cinco semanas iniciadas con énfasis en San Cristóbal. Entendemos, pero nos hacemos los incrédulos ante tal conducta de una institución que se caracterizó por su eficiencia y dureza, pero sin los excesos innecesarios. El caso de la fémina guardia descargando su biliosa molestia porque le destrozaron una uña provocó el paroxismo mediático, y no sin razón, ya que tal conducta enervada por el letargo en que nos sumió el “difunto”, apareció de pronto como un vendaval de cuaresma en la ya insidiosa vorágine que despertó el intolerable e incapaz Maduro.
Veníamos observando al general Rodríguez Torres en su secuencial ensarte de planes de seguridad, apostando en cuál de ellos lograría deshacer la intolerante inseguridad, que como plaga justiciera y atorrante conquistó para Venezuela el primer galardón del mundo. Y no era para menos, ya que la incapacidad colectiva del funcionariado ejecutivo militarizado, vino a consolidar la desgracia “revolucionaria del siglo xxi”, que como encartado nos sembró el brujo de sabaneta. Así lo veíamos venir, desde que el “por ahora” conquistó la gracia intelectual de quienes hoy, 15 años después, solo sienten desesperanza, y hasta se niegan a arrepentirse. ¡Así es como se lamentan!
Muchos dudan de un mal heredado, pero lo que está a la vista no necesita anteojos. Con poder, permitieron que Venezuela se convirtiera en el maná del mundo, agotando sus recursos como misionera y proveedora de la ayuda necesaria descargando sus alforjas hasta quedar como un paria redimido sin leal y sin lopa. Pero lo que está pasando en el gentilicio es increíble. Las hazañas candelarias se apagan pero no se extinguen y pareciera que tuviéramos que acostumbrarnos a vivir en la zozobra y el odio, ya que a medida que pasa el tiempo y se enerva la resistencia, más se agrava la “contra guerra” entre los tres adversarios: los protestantes, las fuerzas del orden y los paramilitares o colectivos; siendo aquí donde surge la gran preocupación con miedo incluido, ya que las decenas de muertos, el centenar de heridos y los miles de detenidos, no encuentra punto de inflexión en el gobierno, quien se conforma con inculpar a los sufrientes de candeleros sin razón, incrementando la violencia represiva.
No podemos ser tolerantes en la crítica, cuando nuestra experiencia de 60 años de vivir y tratar de encontrar a una Venezuela próspera y en paz, ayudando en su búsqueda y formación, percibimos a un mando intolerante en la que otrora fuera nuestro orgullo institucional, que levantaba como prestigio “el honor de la divisa”. Y no nos vengan a decir que Venezuela es otra, porque en momentos de las grandes crisis, tanto económicas como políticas en la segunda mitad del pasado siglo, ayudamos a conformar el modelo de institución que superó a los cuerpos policiales militarizados de Latinoamérica, hasta que en mala hora le fue quitada su bandera, integrándola como un componente de la también minimizada FAN. Pero de mayor gravedad, que se les quitó la potestad para participar en el mantenimiento del orden público (Art. 332 de la CRBV), asignándole a la GN la “conducción de las operaciones para el mantenimiento del orden interno”, que es una función militar; pero que en esta mala hora, para terminar su destrucción, se le ha dado la orden de masacrar a la disidencia, valiéndose de la irracionalidad de los mandos sobrevenidos al poder de la “revolución”. Dios quiera que el raciocinio prevalezca, para que entiendan Maduro y Cabello, que la violencia ha sido promovida por su mal manejo de la protesta. ¡En Dios confiamos!