Las
mentiras de Maduro
Fernando
Ochoa Antich
Mi anterior artículo, el desgobierno de
Maduro, lo inicié con un análisis de la encuesta del Instituto Venezolano de
Análisis de Datos (IVAD), la cual presentó una compleja y delicada situación en
el gobierno nacional. Esta semana salió publicada la encuesta de Datanálisis.
La coincidencia es realmente sorprendente. Se observa que es la manera de
pensar de una importante mayoría de los venezolanos. Veamos: 81,6 %, está
convencido de que la situación del país es mala; 80,1 %, considera negativo el
sistema económico; 38 % muestra simpatía por la oposición y sólo 21 % hacia el
chavismo; 67,5 % cree que la gestión de Maduro es mala y 68, 1 % aspira que
renuncie a la presidencia en el 2014. Esta
coincidencia indica que estamos en medio de una profunda crisis política, pero
lo que más me impactó fue que 71,6 % no cree en lo que dice Nicolás Maduro. Este
punto hay que analizarlo con particular detenimiento.
No hay nada que rechace más la opinión
pública que la mentira. Un líder político puede equivocarse. Si reconoce el error, con
valentía y firmeza, sus conciudadanos pueden aceptar la explicación y en lugar de perder prestigio
fortalecer su credibilidad. Al contrario, si permanentemente trata de engañar,
buscando transferir sus responsabilidades a otras personas, puede perder su
ascendiente popular, empezando a ser rechazado, no sólo por sus adversarios
políticos, sino por sus propios
seguidores. Ese es el caso de Nicolás Maduro. Los venezolanos, chavistas y no
chavistas, han empezado a dudar de todo lo que dice. Ninguna explicación que da
ante un problema termina siendo creída.
El hecho se multiplica de una manera exponencial como consecuencia a las
permanentes campañas de propaganda y a su excesiva presencia en los medios de
comunicación.
No
es fácil de entender las razones por las cuales Nicolás Maduro permanentemente
se contradice, viéndose obligado casi siempre
a decir grandes mentiras para tranquilizar a la opinión pública. La
única explicación que encuentro es su marcada debilidad dentro del chavismo y
los diferentes grupos que se enfrentan en su seno. Hay dos recientes ejemplos
que permiten valorar la gravedad de lo que está ocurriendo: el Sacudón presidencial
y el asesinato del diputado Robert Serra. En el primer caso, el propio Nicolás
Maduro había sostenido públicamente que durante esa alocución realizaría
trascendentes anuncios. Sorprendentemente, nada de eso ocurrió. Un rutinario
cambio de gabinete fue todo lo que hizo, pero las grandes medidas económicas,
esperadas por todos, se quedaron en el tintero. Naturalmente, esa omisión
tendrá graves consecuencias al
no enfrentar en sus causas la crisis nacional.
El caso del asesinato del diputado
Robert Serra es aún más complicado. Apenas ocurrió el hecho, sin haber iniciado
ni siquiera las investigaciones, Maduro comenzó una campaña que buscaba
comprometer a lo que él llamó “la derecha mayamera” y unos supuestos
paramilitares colombianos, señalando además al ex presidente Álvaro Uribe, a
Lorent Saleh, y a líderes fundamentales de la oposición venezolana: Henrique
Salas Römer, Antonio Ledezma, María Corina Machado, Leopoldo López y Carlos
Berrizbeitia. Sin lugar a dudas los asesores de imagen del régimen creyeron que
esa era una buena oportunidad para tratar de mejorar la deteriorada imagen de Maduro.
También consideraron que mezclar el caso del asesinato de Eliezer Otaiza era
conveniente. El problema estuvo en que el Cuerpo de Investigaciones Científicas,
Penales y Criminalísticas había iniciado las investigaciones…
Nada puede ocultarse. Los rumores
salieron a la calle. La periodista Thabata Molina aclaró delicados aspectos del
asesinato, los cuales fueron utilizados por Marta Colomina en su artículo del
domingo: “El Colombia es un delincuente
a quien el gobierno le adjudicó un apartamento a través de la Misión
Vivienda y fue convertido en “pran” del conjunto residencial donde también
habita el escolta Torres. ¿Cómo Maduro puede seguir sosteniendo la historia del
“terrorismo internacional” como autor intelectual de un crimen que exhibe la
inocultable podredumbre del gobierno?”. En estos días, José Antonio Gil Yépes,
al comentar los resultados de Datanálisis dijo que en política es posible
recuperarse y puso como ejemplo a Hugo Chávez en el 2002, La diferencia de ese
momento político con el actual es que el
régimen enfrenta una crisis económica y Maduro no tiene el mismo carisma de
Chávez y perdió totalmente la credibilidad ante los venezolanos. La historia
dirá su última palabra…
Caracas,
26 de octubre de 2014
@FOchoaAntich.