La cúpula oligárquica.
EDITORIAL.
05-01-2015.
No es aceptable que en Venezuela no se pueda debatir la condición que ha adquirido la cúpula de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en la vida pública del país. No es aceptable que ante cualquier señalamiento el gobierno y sus agentes respondan con el argumento de que hay una campaña en contra de esa institución: ni hay tal campaña ni este editorial forma parte de conspiración alguna. De lo que se trata no es más que del ejercicio de un derecho: preguntar en alta voz por la legitimidad de los privilegios que ha adquirido el sector que hoy dirige la FANB.
Una primera consideración de orden argumental: la cúpula de la FANB no es equivalente al pueblo. Si alguna vez fue “representativa” del pueblo, ya no. Al contrario, esa cúpula está cada vez más alejada del pueblo con sus padecimientos cotidianos. Se ha transformado en una corte, hinchada de su poderío militar, político y económico. En el país de las carestías, ningún sector de la sociedad recibe los recursos y las prebendas que se destinan a una parte del sector militar. Ha dicho el diputado Stalin González que la “FANB se convirtió en un Estado dentro del Estado”. Esa aseveración demandaría dos precisiones: quizás lo que ha ocurrido es que una parte de la FANB (y no toda la institución) se ha constituido en un Estado por encima del Estado. Decimos por encima, porque se trata de una posición de abierta dominación, de ventaja evidente y, a menudo, ejercida con descaro.
La oligarquía militar venezolana ni es equivalente al pueblo ni la cúpula puede asociarse a las propias bases de la FANB, que están muy lejos de participar del festín de cargos públicos, prebendas de diverso carácter, beneficios salariales y socioeconómicos y mucho más. Baste al lector revisar el número de instituciones militares que han sido creadas desde abril de 2013 a esta fecha; hacer la lista –que requiere de mucha disciplina y paciencia– de nuevos organismos que han sido confiados a militares activos o retirados, para constatar con cifras y datos verificables la extensión y profundidad del dominio que la cúpula de FANB ejerce hoy sobre la sociedad venezolana.
Viviendas, automóviles, motos, compra de armamentos en un país empobrecido, empresas de diversa especialidad, créditos, medios de comunicación son la superficie de algo mucho más peligroso y complejo: una oligarquía que tiene el control pleno de las armas de la república, ideologizada y comprometida políticamente con un régimen cada vez más impopular y contrario a los más básicos y legítimos intereses del pueblo venezolano.
La oligarquía de la FANB no solo goza de impunidad en relación con los cargos públicos que concentra: su perfecta impunidad también se proyecta al modo inescrupuloso y grosero con que se declaran parte activa y comprometida, en desafiante violación de la Constitución, de un proyecto político que aglutina el rechazo de más de 75% de la población. La cúpula militar venezolana, omnipotente y soberbia, no representa al país ni a su gente. Su institucionalidad consiste en actuar como vocero político de un régimen cada vez menos legítimo y contrario a los intereses del venezolano.