La crisis humanitaria venezolana
Por: José
Vicente Carrasquero A.
El
momento que atraviesa Venezuela desde el punto de vista económico, político y
social debería servir de ejemplo para aquellos que quisieran explicar en qué
consiste el neo-liberalismo salvaje. Lo más dramático del ejemplo, y que debe
ser tomado como aprendizaje, es que esta absurda situación nace de la
aplicación de una serie de acciones de corte populista de orientación
socialista y que se dice humanista.
Venezuela
vive, sin duda alguna, una crisis humanitaria de dimensiones impensables dada
la cantidad de recursos que entraron por renta petrolera en los últimos quince
años. Esa crisis se manifiesta como un monstruo de muchas cabezas que impone
una situación de sálvese quien pueda sobre una sociedad amainada por el hampa
desbordada, la escasez, la pérdida del poder adquisitivo, la ausencia de
servicios públicos de calidad, la guerra despiadada contra la empresa local y
los ridículos controles que no cumplen su cometido.
La
crisis humanitaria en Venezuela es producto de una guerra de la clase política
gobernante contra el resto de los habitantes de esta empobrecida nación. Esa
guerra tiene también varios campos de acción. Ya hablamos de la guerra contra
la empresa privada que ha ido mermando nuestra capacidad de producir
internamente y por supuesto, ha hecho imposible el cacareado objetivo de llegar
a la soberanía alimentaria por solo mencionar una de las tantas que el gobierno
nombra habitualmente.
La
guerra política es una de las más cruentas que conozca la república y nos ubica
en principios de siglo XX, cuando los disidentes eran perseguidos sin piedad,
torturados y enviados a La Rotunda. Esa tristemente célebre cárcel donde iban a
parar con sus huesos los que osaban oponerse a la dictadura de los
conquistadores andinos. Hoy las cárceles venezolanas y las rotundas modernas
están repletas de personas que se atrevieron a desafiar al régimen dictatorial
del siglo XXI. Hay mujeres y hombres mayores acusados de crímenes absurdos por
haber asistido a manifestantes con un vaso de agua o un pedazo de pan.
La
guerra contra el desarrollo se da desde la molienda de dinero en la que se ha
convertido la generación de energía eléctrica en Venezuela. Es muy probable
amigo lector, que en el momento que usted está leyendo este artículo de
opinión, cientos de miles de venezolanos estén a oscuras o sin contar con el
vital servicio de electricidad. Los incapaces gobernantes, no solo no
invirtieron en más electricidad para una población creciente. Además se
birlaron miles de millones de dólares en mecanismos obsoletos para responder a
la crisis sin ir a la base del problema. Los que pueden acuden a la neo-liberal
práctica de comprarse su propia planta generadora de energía, uno de los pocos
negocios que ha prosperado en Venezuela.
El
país es azotado por una guerra sin cuartel que un ejército de hampones desata
las 24 horas del día, los 365 días del año contra una población inerme que no
puede contar con los organismos del estado para que la defienda. Por el
contrario, estos delincuentes tienen trato preferencial y pueden ejercer su
profesión libre de impuestos, y con un muy bajo riesgo laboral. El
neo-liberalismo ha hecho que haya crecido la privatización de la seguridad. Se
hace común ver cantidad de vehículos custodiados en las calles venezolanas. Lo
peor, es que los gobernantes, seguros de su impotencia frente al hampa se
asignan a si mismo sendos grupos de escoltas. ¿Y de dónde salen estos escoltas?
De las policías. Hay funcionarios que salen de las calles para pasar a la
protección privada de funcionarios públicos y sus familias. En algunos casos
absurdos se ve que incluso directores de canales de televisión del estado gozan
de estos privilegios.
La
escasez de alimentos junto al aumento desmesurado del precio de los mismos está
causando estragos en la población. El neo-liberalismo salvaje con el que el
gobierno ha tratado el caso ha llevado a la aparición de los bachaqueros. Una
especie que surge precisamente por la dificultad de conseguir alimentos. Vea
que donde no hay problemas de escasez, no hay traficantes de alimentos. De
hecho, se sabe que Venezuela es el único país del continente Americano que
sufre de esta anomalía.
El
gobierno, en su suprema incompetencia, piensa que todo se resuelve poniendo las
máquinas de imprimir billetes a trabajar sobretiempo. Eso ha convertido a
nuestra moneda en una pieza de cambio que la gente no quiere tener. No tiene
sentido ahorrar en bolívares. Porque todo es más caro de la mañana para la
tarde. El venezolano en general se ha empobrecido de una manera escandalosa.
Cuando
se dice: “la vida de millones de venezolanos en riesgo permanente por la acción
incontrolada del hampa”, estamos frente a una crisis humanitaria.
Cuando:
“millones de venezolanos no consiguen los medicamentos que requieren para
tratar sus afecciones”, estamos frente a una crisis humanitaria.
Cuando:
“millones de familias venezolanas no reúnen ingresos para pagar la canasta
alimentaria”, estamos frente a una crisis humanitaria.
Cuando:
“miles de familia sin servicio eléctrico sufren las inclemencias climáticas”,
estamos frente a una crisis humanitaria.
Cuando:
“miles de madres y padres entierran anualmente a sus hijos”, estamos frente a
una crisis humanitaria.
Cuando:
“miles de familias abandonan el país buscando mejor calidad de vida”, estamos
frente a una crisis humanitaria.
La
crisis humanitaria no se decreta. Existe. Y Venezuela la vive. El gobierno hace
poco o nada por combatirla. Maduro está más pendiente del chismorreo primitivo
y de culpar a los demás que de gobernar. Venezuela puede estar peor y solo los
venezolanos podemos evitarlo.