El acuerdo militar entre Bogotá y Washington motivó protestas en Argentina.
Entre montañas con nieve y vientos de invierno, los aviones presidenciales comenzaron a arribar a la ciudad de Bariloche, en el sur de Argentina, donde este viernes tiene lugar la reunión extraordinaria de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur).
Todos especulan con la posibilidad de que el mandatario colombiano, Álvaro Uribe, y su par venezolano, Hugo Chávez, se crucen antes de tiempo por algún pasillo del lujoso Hotel Llao Llao, donde se albergan los 12 presidentes. Los responsables de protocolo se esfuerzan por ver dónde va cada quién en la “foto de familia” del encuentro, para asegurarse de ponerlos lejos uno del otro.
El pronóstico dice que habrá una reunión caliente, ajena a los rigores del clima patagónico: el encuentro girará en torno al conflicto diplomático que, desde julio pasado, enfrenta a Colombia y Venezuela, por el acuerdo militar firmado entre Bogotá y Estados Unidos que permite al país del norte hacer uso de bases militares en territorio colombiano.
Chávez y Uribe se verán cara a cara por primera vez desde el inicio de este conflicto, después de que el venezolano tildara de “imperialista” al plan de seguridad colombiano y Bogotá, a su turno, acusara a su vecino de inmiscuirse en sus asuntos internos.
Ya hay "bandos" de países alineados: Ecuador y Bolivia van con Chávez, mientras que Uribe cuenta al peruano Alan García entre sus aliados. En el juego de la diplomacia multilateral, hay también quienes asumirán un papel contemporizador, como Brasil, Chile y el anfitrión, Argentina.
Uribe descartó de plano la posibilidad de un abrazo con su vecino. Pero nunca se sabe: todos recuerdan aquella cumbre del Grupo de Río en 2008, en República Dominicana, donde los dos mandatarios cruzaron miradas de ira y fuertes acusaciones durante el día que se convirtieron en gestos de cordialidad y voluntarismo antes del fin de la tarde.
Foto de amigos
Aquella cumbre terminó con un apretón de manos para la foto. Pero el efecto duró poco y, 18 meses después, Uribe y Chávez dirimen otra batalla frente a sus pares sudamericanos en pleno.
¿Es que los efectos de las reuniones plenarias no van más allá de la foto de fin de fiesta? Muchos dudan de que la reunión de Bariloche, en apenas una mañana, vaya a servir para acercar posiciones y, en el fondo, es la diplomacia de las cumbres lo que está bajo la lupa.
"No cabe la menor duda de que este organismo (Unasur), que podría ser muy útil para las negociaciones, se ha transformado en una plataforma para vender imagen y definir estrategias de gobiernos contrapuestos. Chávez lo ha hecho generando un clima muy belicoso, y Colombia le ha seguido el juego", dijo a BBC Mundo Patricio Fajardo, director del centro de Análisis Político de la Universidad Central de Chile.
Incluso antes de sentarse a la mesa, Colombia ya anticipó que no dará marcha atrás en su acuerdo con Estados Unidos, a tono con las políticas de seguridad uribistas para combatir el terrorismo y el narcotráfico.
"No vamos a Argentina a consultar nada, ya es un hecho", declaró con firmeza el canciller Jaime Bermúdez.
Venezuela decidió, por su parte, avanzar en el anunciado corte de relaciones con Bogotá, aunque ello afecte un intercambio comercial de US$7.200 millones.
En busca de aliados
Si los años ‘90 estuvieron marcados por el consenso regional sobre ciertas cuestiones clave, como la construcción de la democracia y el modelo abierto de mercado, en estos años se han roto esas bases de sustentación: la región es un cuadro de países que buscan modelos alternativos y, de a ratos, discordantes. Y en este marco, la búsqueda de aliados parece ser el deseo último del ejercicio diplomático.
Venezuela viene a Bariloche a hacer oír su voz crispada y quiere lograr adhesiones en la mesa redonda de las negociaciones.
Colombia, en cambio, se ausentó con aviso del último compromiso de Unasur en Quito y confía en la "diplomacia uno a uno": una gira relámpago llevó al presidente Uribe por siete países, para despejar suspicacias ante el tratado con Estados Unidos.
También en la búsqueda de consenso regional los vecinos muestran estilos antagónicos, casi incompatibles.
Colombia y Venezuela jugaron sus cartas antes de llegar a Bariloche. Y en el bullicio, relegaron a segundo plano otras cuestiones urgentes para el bloque sudamericano: las denuncias de Alan García sobre las negociaciones "bajo la mesa" de Chile y Bolivia para satisfacer el anhelo marítimo de La Paz, y las preocupaciones de Paraguay por la compra de armas decidida por el gobierno de Evo Morales.
Apuesta al futuro
Lo cierto es que la confrontación en el marco de las cumbres regionales es un modelo relativamente nuevo.
"Antes, cuando no había estos sistemas de integración, los conflictos entre dos países se procesaban de la manera que esos países pudieran: con la mediación de un tercero o directamente en algún tipo de conflicto. En lugar del ejercicio agresivo, estos foros permiten la búsqueda del diálogo, aunque más no sea", señaló a BBC Mundo el analista Facundo Nejamkis, director del Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales de Argentina.
Unasur podría ser, en este sentido, una "malla de contención" cuyos efectos se noten en el largo plazo.
Por lo pronto, participantes y observadores esperan la sesión de Bariloche con dos reclamos: obtener garantías por parte del gobierno de Colombia de que la injerencia militar estadounidenses no tendrá más alcances que los declarados, y retomar un ejercicio de diálogo fuera de la "amenaza de la bala".
Aunque hay quienes dicen que todos saldrán sintiéndose ganadores y la cumbre, en lugar de resolver las diferencias, no hará más que consolidarlas.
Después, todo transcurrirá por los carriles de la diplomacia de vieja escuela… hasta la próxima reunión multilateral.