Por: Alejandro Peña Esclusa
El domingo 5 de julio, estuvo a punto de producirse una desgracia en Honduras, debido al empeño del ex presidente Zelaya de regresar a su país, luego de que fuera depuesto por el Congreso y la Corte, por haber dado un golpe a la Constitución.
Zelaya sabía muy bien que su retorno podría cobrar vidas humanas. De hecho, el cardenal hondureño Oscar Rodríguez pidió el día anterior a Zelaya -en cadena de radio y televisión- que se abstuviera de retornar, para evitar un baño de sangre. Pero Zelaya hizo caso omiso de los sabios consejos del prelado, e insistió en regresar, justamente con el objetivo de provocar hechos de violencia, que le permitieran desprestigiar al nuevo gobierno.
Zelaya no tenía argumentos para condenar al gobierno de Micheletti, porque hasta el domingo no había disparado un solo tiro, y la sucesión presidencial se había llevado a cabo de manera impecable.
Zelaya cuenta con el apoyo externo de sus aliados del Foro de Sao Paulo, pero carece de respaldo interno; por eso, necesitaba desesperadamente un conflicto violento, para así poder tildar de gorilas a sus adversarios. En efecto, el domingo en la noche, Zelaya se dedicó a condenar al gobierno hondureño por la violencia que él mismo había generado.
Durante el desarrollo de los acontecimientos, varios datos importantes salieron a la luz pública: primero, Zelaya viajó en un avión perteneciente al gobierno venezolano; segundo, los pilotos de la aeronave eran oficiales de la Fuerza Aérea Venezolana; tercero, antes de despegar para Tegucigalpa, Zelaya estuvo en contacto permanente con Fidel Castro, Daniel Ortega y Hugo Chávez, quienes teledirigieron sus acciones; y cuarto, Chávez confesó públicamente que desde tempranas horas de la mañana estuvo en contacto telefónico con los agitadores hondureños apostados en el aeropuerto de Toncontín. Es de suponer, además, que Chávez proporcionó el financiamiento para los disturbios, puesto que ése ha sido su modus operandi en otras naciones, como es el caso de los piqueteros argentinos y de los masistas bolivianos.
En anteriores oportunidades, el Foro de Sao Paulo ha planificado y ejecutado masacres, para luego achacar la responsabilidad a los adversarios, y de esta forma obtener rédito político. Ejemplos de este método perverso son: La masacre de Puente Llaguno, ejecutada por el chavismo en la ciudad de Caracas, en abril de 2002, y achacada posteriormente a la oposición. La masacre de Pando (Bolivia), llevada a cabo en septiembre de 2008, por el Movimiento al Socialismo, por la cual se responsabilizó luego a los autonomistas. Y la masacre de Bagua, planificada por sectores indigenistas vinculados al Foro de Sao Paulo, y de la cual culparon al gobierno de Alan García.
Chávez y sus aliados requieren acabar a como dé lugar con el gobierno de Micheletti, porque cada día que pasa el bravo pueblo hondureño constituye un testimonio vivo y palpable para los bolivianos, ecuatorianos, nicaragüenses y venezolanos, quienes están sometidos por gobernantes que han pisoteado la Constitución, como lo hizo Zelaya. Esto es lo que explica el enorme interés que muestran por el caso hondureño, y su insistencia en que se desate un conflicto.
La persona encargada de llevar a cabo la “investigación“ in situ, que permitirá luego inculpar al gobierno de Micheletti de los desmanes provocados por la revolución bolivariana, es Rigoberta Menchú, quien forma parte del Foro de Sao Paulo; al igual que Correa, Ortega, Lugo, Funes, y Kirchner, quienes acompañaron a Zelaya en las acusaciones que lanzó el domingo en la noche contra su propio país.
Fuente:
El domingo 5 de julio, estuvo a punto de producirse una desgracia en Honduras, debido al empeño del ex presidente Zelaya de regresar a su país, luego de que fuera depuesto por el Congreso y la Corte, por haber dado un golpe a la Constitución.
Zelaya sabía muy bien que su retorno podría cobrar vidas humanas. De hecho, el cardenal hondureño Oscar Rodríguez pidió el día anterior a Zelaya -en cadena de radio y televisión- que se abstuviera de retornar, para evitar un baño de sangre. Pero Zelaya hizo caso omiso de los sabios consejos del prelado, e insistió en regresar, justamente con el objetivo de provocar hechos de violencia, que le permitieran desprestigiar al nuevo gobierno.
Zelaya no tenía argumentos para condenar al gobierno de Micheletti, porque hasta el domingo no había disparado un solo tiro, y la sucesión presidencial se había llevado a cabo de manera impecable.
Zelaya cuenta con el apoyo externo de sus aliados del Foro de Sao Paulo, pero carece de respaldo interno; por eso, necesitaba desesperadamente un conflicto violento, para así poder tildar de gorilas a sus adversarios. En efecto, el domingo en la noche, Zelaya se dedicó a condenar al gobierno hondureño por la violencia que él mismo había generado.
Durante el desarrollo de los acontecimientos, varios datos importantes salieron a la luz pública: primero, Zelaya viajó en un avión perteneciente al gobierno venezolano; segundo, los pilotos de la aeronave eran oficiales de la Fuerza Aérea Venezolana; tercero, antes de despegar para Tegucigalpa, Zelaya estuvo en contacto permanente con Fidel Castro, Daniel Ortega y Hugo Chávez, quienes teledirigieron sus acciones; y cuarto, Chávez confesó públicamente que desde tempranas horas de la mañana estuvo en contacto telefónico con los agitadores hondureños apostados en el aeropuerto de Toncontín. Es de suponer, además, que Chávez proporcionó el financiamiento para los disturbios, puesto que ése ha sido su modus operandi en otras naciones, como es el caso de los piqueteros argentinos y de los masistas bolivianos.
En anteriores oportunidades, el Foro de Sao Paulo ha planificado y ejecutado masacres, para luego achacar la responsabilidad a los adversarios, y de esta forma obtener rédito político. Ejemplos de este método perverso son: La masacre de Puente Llaguno, ejecutada por el chavismo en la ciudad de Caracas, en abril de 2002, y achacada posteriormente a la oposición. La masacre de Pando (Bolivia), llevada a cabo en septiembre de 2008, por el Movimiento al Socialismo, por la cual se responsabilizó luego a los autonomistas. Y la masacre de Bagua, planificada por sectores indigenistas vinculados al Foro de Sao Paulo, y de la cual culparon al gobierno de Alan García.
Chávez y sus aliados requieren acabar a como dé lugar con el gobierno de Micheletti, porque cada día que pasa el bravo pueblo hondureño constituye un testimonio vivo y palpable para los bolivianos, ecuatorianos, nicaragüenses y venezolanos, quienes están sometidos por gobernantes que han pisoteado la Constitución, como lo hizo Zelaya. Esto es lo que explica el enorme interés que muestran por el caso hondureño, y su insistencia en que se desate un conflicto.
La persona encargada de llevar a cabo la “investigación“ in situ, que permitirá luego inculpar al gobierno de Micheletti de los desmanes provocados por la revolución bolivariana, es Rigoberta Menchú, quien forma parte del Foro de Sao Paulo; al igual que Correa, Ortega, Lugo, Funes, y Kirchner, quienes acompañaron a Zelaya en las acusaciones que lanzó el domingo en la noche contra su propio país.
Fuente:
"FUERZA Solidaria"