El general Romeo Vásquez Velásquez sabía que derrocar al presidente Manuel Zelaya iba a generar un amplio rechazo en la comunidad internacional, pero el militar de mayor rango de Honduras dijo que decidió acatar esa orden para salvar una democracia “amenazada”.
La contundente condena diplomática al golpe de Estado contra Zelaya abrió el camino a sanciones económicas que podrían poner en jaque la pequeña economía de uno de los países más pobres de América, y casi ninguna nación del mundo ha reconocido al Gobierno interino.
“Lo hicimos por deber, por amor a la patria, porque la democracia estaba en peligro”, dijo el jueves Vásquez, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Honduras, en una entrevista con Reuters.
“Ahí hay que valorar lo que es la amistad y lo que es el deber con la patria. Tenemos un lema en la Fuerza Armada: amistad termina donde comienza el deber”
“Fuera nos miran mal, pero dentro somos los defensores de la democracia”, aseguró el general, que en la mesa de su amplio despacho tiene una Biblia y “Los Deliberantes”, un libro sobre el poder de los militares en Honduras, entre decenas de papeles, informes y carpetas.
Un sondeo de CID Gallup publicado en la prensa local mostró que sólo un 28 por ciento de los hondureños está en contra del derrocamiento de Zelaya, pese a que la OEA y gobiernos de todo el mundo tan dispares como el de Estados Unidos y Venezuela exigen su inmediata restitución.
El general, de 52 años, admitió que fue una decisión difícil por la amistad personal que lo une a Zelaya, a quien soldados secuestraron y expulsaron del país el 28 de junio para detener una consulta que buscaba medir el apoyo popular a una reforma de la carta magna que podría abrir el camino a la reelección presidencial.
PRIMERO DEBER QUE AMISTAD
“Ahí hay que valorar lo que es la amistad y lo que es el deber con la patria. Tenemos un lema en la Fuerza Armada: amistad termina donde comienza el deber“, afirmó.
“Se toman riesgos para evitar males mayores (…) El mejor juez que tenemos es la Historia”
Muchos en el exterior acusan a Vásquez de ser el responsable de la mayor crisis política centroamericana en dos décadas, pero él dice que el Ejército ejecutó una “decisión de Estado” por mandato de la Corte Suprema de Justicia y del Congreso para evitar muertes y violencia.
Expertos legales coinciden en que el mandatario se excedió en sus atribuciones, pero la decisión de sacarlo a la fuerza en pijama rumbo a Costa Rica negándole la posibilidad de defenderse ante un juez y negarle el derecho al debido proceso ha sido muy controvertida dentro y fuera del país.
“Hablan de golpe de Estado por la historia de Honduras, que siempre ha habido golpes militares y se han quedado en el poder (…) Pero los militares entramos ahora como un órgano ejecutor al cumplir órdenes de otras autoridades“, aseguró aunque se negó a revelar quién exactamente tomó la decisión de sacar a Zelaya.
Sonriendo, cuenta que en su despacho colgó un sable con empuñadura azul que le trajeron del Sahara para recordar que sobre alguien en una posición como la suya pende constantemente una Espada de Damocles, una historia de la Grecia clásica sobre la inseguridad de aquéllos que ostentan un gran poder.
Aunque es consciente que muchos lo seguirán llamando golpista, él insiste en que es un “soldado demócrata”.
“Se toman riesgos para evitar males mayores (…) El mejor juez que tenemos es la Historia”, concluyó.
La contundente condena diplomática al golpe de Estado contra Zelaya abrió el camino a sanciones económicas que podrían poner en jaque la pequeña economía de uno de los países más pobres de América, y casi ninguna nación del mundo ha reconocido al Gobierno interino.
“Lo hicimos por deber, por amor a la patria, porque la democracia estaba en peligro”, dijo el jueves Vásquez, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Honduras, en una entrevista con Reuters.
“Ahí hay que valorar lo que es la amistad y lo que es el deber con la patria. Tenemos un lema en la Fuerza Armada: amistad termina donde comienza el deber”
“Fuera nos miran mal, pero dentro somos los defensores de la democracia”, aseguró el general, que en la mesa de su amplio despacho tiene una Biblia y “Los Deliberantes”, un libro sobre el poder de los militares en Honduras, entre decenas de papeles, informes y carpetas.
Un sondeo de CID Gallup publicado en la prensa local mostró que sólo un 28 por ciento de los hondureños está en contra del derrocamiento de Zelaya, pese a que la OEA y gobiernos de todo el mundo tan dispares como el de Estados Unidos y Venezuela exigen su inmediata restitución.
El general, de 52 años, admitió que fue una decisión difícil por la amistad personal que lo une a Zelaya, a quien soldados secuestraron y expulsaron del país el 28 de junio para detener una consulta que buscaba medir el apoyo popular a una reforma de la carta magna que podría abrir el camino a la reelección presidencial.
PRIMERO DEBER QUE AMISTAD
“Ahí hay que valorar lo que es la amistad y lo que es el deber con la patria. Tenemos un lema en la Fuerza Armada: amistad termina donde comienza el deber“, afirmó.
“Se toman riesgos para evitar males mayores (…) El mejor juez que tenemos es la Historia”
Muchos en el exterior acusan a Vásquez de ser el responsable de la mayor crisis política centroamericana en dos décadas, pero él dice que el Ejército ejecutó una “decisión de Estado” por mandato de la Corte Suprema de Justicia y del Congreso para evitar muertes y violencia.
Expertos legales coinciden en que el mandatario se excedió en sus atribuciones, pero la decisión de sacarlo a la fuerza en pijama rumbo a Costa Rica negándole la posibilidad de defenderse ante un juez y negarle el derecho al debido proceso ha sido muy controvertida dentro y fuera del país.
“Hablan de golpe de Estado por la historia de Honduras, que siempre ha habido golpes militares y se han quedado en el poder (…) Pero los militares entramos ahora como un órgano ejecutor al cumplir órdenes de otras autoridades“, aseguró aunque se negó a revelar quién exactamente tomó la decisión de sacar a Zelaya.
Sonriendo, cuenta que en su despacho colgó un sable con empuñadura azul que le trajeron del Sahara para recordar que sobre alguien en una posición como la suya pende constantemente una Espada de Damocles, una historia de la Grecia clásica sobre la inseguridad de aquéllos que ostentan un gran poder.
Aunque es consciente que muchos lo seguirán llamando golpista, él insiste en que es un “soldado demócrata”.
“Se toman riesgos para evitar males mayores (…) El mejor juez que tenemos es la Historia”, concluyó.