América del Sur afronta serios enfrentamientos por la decisión de Colombia de autorizar a EE.UU. el uso de siete bases militares emplazadas en su territorio. El rechazo casi general que inicialmente tuvo esta decisión obligó al presidente Álvaro Uribe a realizar una gira relámpago por siete países de la zona. En su visita a Perú, Chile, Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y Brasil, el mandatario colombiano comprobó que está muy vivo el debate regional. Lima aprueba el acuerdo con Washington, Santiago y Asunción respetan "el derecho soberano" de Bogotá, La Paz no lo acepta y Buenos Aires guarda silencio.
Tal como ocurrió en sus anteriores escalas en Argentina, Bolivia, Chile, Perú, Paraguay y Uruguay, Uribe no hizo declaraciones en Brasil.
Los comentarios de la reunión estuvieron a cargo del ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Celso Amorim. "Reiteramos que el acuerdo es una materia exclusiva de la soberanía colombiana, siempre y cuando se limite al territorio colombiano", dijo el ministro a periodistas. Según Amorim, esa conversación "tendrá continuidad", al señalar que habrá otros diálogos con Colombia y con EE.UU.
Antes de viajar a Brasilia, Uribe se reunió en Uruguay con el presidente Tabaré Vázquez. Fuentes del gobierno uruguayo, si bien no detallaron contenidos de la conversación entre Uribe y Vázquez, recordaron a la agencia AFP que "Uruguay siempre se ha mantenido equidistante" en ese conflicto.
La decisión de Uribe de excluir a Ecuador y Venezuela, de su ronda de explicaciones por la región, condujo a escalar más las tensiones con sus dos vecinos. Ecuador (obligó a EE.UU. a retirarse de la base de Manta) y Venezuela se oponen de manera frontal al acuerdo.
Hugo Chávez es el que va más lejos en su repudio a la presencia militar norteamericana en Colombia. Subió el nivel de amenazas al advertir que la decisión de Uribe podría desatar un conflicto bélico en la región.
"Estas bases podrían ser inicio de una guerra en Sudamérica. Se trata de los yankees, la nación más agresora de la historia de la humanidad, capaz de lanzar bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki", señaló Chávez visiblemente irritado. Luego instó al presidente Barack Obama a retirar las tropas de Colombia e impulsar una "misión de paz" para llegar a un acuerdo con la guerrilla de las FARC. Para Chávez, "la política de agresiones de Obama hacia América Latina es la misma" que la de George W. Bush.
El caudillo caribeño anunció la compra de una flota de "tanques rusos" para reforzar el poderío militar venezolano. Para ello, dentro de un mes viajará a Moscú para cerrar la adquisición de "varios batallones de tanques rusos de última generación".
Según Chávez, esos tanques cuentan con la mejor tecnología: "Tienen visión nocturna y se esconden de noche …. son casi invisibles … casi que vuelan …. casi que se parecen a los de 007″.
Domingo Maza Zavala, ex director del Banco Central de Venezuela, critica que Caracas destine miles de millones de dólares a la compra de armas cuando la "situación económica del país es de extrema gravedad, se gasta más de lo que se ingresa". Maza Zabala advierte que "el país anda sin rumbo, con la caída de un 3% del PIB en el primer trimestre".
Visiblemente irritado, Chávez enfatizó que el escándalo por las armas suecas que compró Venezuela y fueron a parar a las FARC es "una sucia maniobra, una puñalada por la espalda" de Uribe para "tratar de tapar" el acuerdo militar con EE.UU. En esta relación de amor-odio entre los dos dirigentes que se repite cíclicamente, Chávez lanzó una sarta de insultos de grueso calibre contra quien era su amigo hasta hace tres días: "Uribe tiene una capacidad sin límites para manejar el excremento, para navegar en el excremento, sin vergüenza de ningún tipo".
El líder bolivariano dijo que los cohetes suecos fueron robados en 1995 por las FARC del puesto naval venezolano de Cararabo.
Ni tres como se dijo en un principio, ni cinco como se anunció hace tres días. EE.UU. utilizará siete bases militares en Colombia, anunció el comandante de las Fuerzas Militares y ministro de Defensa en funciones, general Freddy Padilla de León. El Plan Colombia, firmado hace diez años por los presidentes Andrés Pastrana y Bill Clinton, autoriza la presencia de 800 militares y 600 contratistas de EE.UU. en el país andino. En la actualidad, hay militares estadounidenses en Tolemaida, Larandia, Apiay, San José del Guaviare y ocasionalmente en la base de Tumaco (Pacífico).
Además de las siete bases estipuladas, EE.UU. podrá disponer de otras instalaciones castrenses colombianas. En Bogotá se ultiman los flecos del acuerdo que permitiría el aterrizaje de aviones en los sitios que el Comando Sur estime conveniente, siempre y cuando esté en curso alguna operación antidrogas."El uso de las bases depende de las necesidades y requerimientos geográficos y técnicos que tenga el personal estadounidense", dijo el general Padilla De León. Por ello, los aviones de EE.UU. podrían aterrizar en bases distintas a las siete acordadas. Aunque destinadas a la lucha contra el narcotráfico, en un momento dado las bases, que serán modernizadas, podrían utilizarse contra cualquier amenaza de los vecinos.
Según Padilla de León, las bases seguirán en manos nacionales sin restricciones, y los norteamericanos tendrán que solicitar el visto bueno de oficiales colombianos para las misiones que desde allí se proyecten. Un buen propósito que el semanario bogotano "Cambio" califica "a todas luces utópico".
Bogotá y Washington niegan que el convenio sea una amenaza para la estabilidad de la región, como afirma Chávez, y subrayan que los únicos que pueden sentirse amenazados son los "narcotraficantes y terroristas".